La práctica social de la Iglesia Popular, como Iglesia al margen y en contra de la cristiandad, está determinada fundamentalmente por la ruptura con el sistema capitalista y las formas de Estado o gobiernos ligados a las clases dominantes, y por otro lado, por la identificación con los pobres y sus luchas de liberación. La Iglesia Popular rechaza todos los tipos de práctica social de la Iglesia de la cristiandad, incluso aquella de tipo social-cristiana, por muy radicalizada que aparezca. La práctica social de la Iglesia Popular es la práctica de las clases populares, pero al interior de ella posee una especificidad que le es propia. Esta práctica social va generando un tipo de práctica eclesial, que es la base de modelos eclesiológicos o formas específicas de ser Iglesia al interior del movimiento popular. La identidad de esta Iglesia Popular al interior del movimiento popular plantea problemas tanto políticos como teológicos. Si no se define esta identidad, podría darse sea una manipulación eclesiástica de lo político, como una manipulación política de la Iglesia, lo que dañaría tanto a la Iglesia como al movimiento popular.
La inserción de la Iglesia en el
movimiento popular tiene dos niveles o polos de articulación. En términos de
Gramsci, podríamos llamarlos sociedad civil y sociedad política. La inserción de los cristianos y de las
comunidades al nivel de sociedad civil se realiza por una serie de prácticas a
través de las cuales desarrolla ese amplio movimiento ético, intelectual e ideológico
que anima al movimiento popular. La Iglesia participa en tareas de
concientización, de información, de comunicación, de formación, de organización
a nivel popular. En situaciones represivas se desarrolla también un espíritu o una
ética de resistencia, de lucha, de afirmación de una esperanza contra toda
esperanza. Al nivel de la sociedad política o de poder popular, la inserción de
la Iglesia se da por la participación de los cristianos en todas las formas de organización
popular, en los movimientos de liberación yen los partidos populares. Aquí los
cristianos participan sin más derechos y más deberes que cualquier otro
militante. La función de la Iglesia de cara al poder popular difiere
esencialmente de la función que ejercía en el régimen de cristiandad de cara al
poder burgués... No busca legitimar el poder popular, por la sencilla razón
de que éste se legitima por sí mismo. Sólo un poder opresor necesita de
legitimaciones ideológicas o «teológicas», pero no así el poder liberador del
pueblo. Si la Iglesia ejerce una función de conciencia crítica frente a la
construcción de este poder popular, lo hace siempre en el grado de su inserción
especifica en la sociedad Civil, pero nunca en términos de una legitimación condicionada,
como era el caso de la practica social de la Iglesia social-cristiana
P Richard, La Iglesia latinoamericana
entre el temor y la esperanza DEI,
San José de Costa Rica 190, 100-101
Libro para Descargar: Memoria de los primeros 500 años del Movimiento Histórico de Jesús
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