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lunes, 25 de mayo de 2015

Les ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión!


Les ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión!

Josaphat Jarpa[1]

Este sábado 24 se realizó la Beatificación de Monseñor Romero en San Salvador, un evento que en particular me da una alegría, sin ser parte de la Iglesia Católica Romana, reconozco el simbolismo que trae consigo un acto de alto reconocimiento a una figura identificada con las luchas populares en América Latina.  Recuerdo la vez que estuve en Costa Rica, en el DEI, donde tuve la oportunidad de conocer a María, una mujer Salvadoreña que trabaja en las zonas marginales del Salvador rescatando a niñas y niños de las pandillas y maras, cuando escuche por voz de ella el testimonio de Romero, imaginaba a las “Marias” de la Biblia anunciando al Cristo resucitado, una conversación llena de un profundo amor y admiración, en ese momento comprendí la relevancia de la persona de Romero para quienes todos quienes se identifican con la Iglesia de los pobres. Un sacerdote comprometido con la lucha de su pueblo, el cual fue asesinado en plena homilía, su testimonio como sus palabras parece ser aún imborrables en la memoria colectiva de toda Latinoamérica, y hoy más aún, en cada estudiante chileno, tras los últimos sucesos que nos han bañado de pena, dolor y rabia.

Hace una semana sufríamos la perdida de dos compañeros asesinados en Valparaíso, Ezequiel y Diego, sólo pasaron días cuando recibíamos la noticia de Rodrigo Avilés, quien fuera abatido por la acción de fuerzas especiales de carabineros, dejándolo en un delicado estado en el Hospital Carlos Van Buren de Valparaíso. Estos casos, se suman a una larga lista de estudiantes lastimados en manifestaciones por demandas en el ámbito de la educación, sin embargo, no sólo los estudiantes han sido víctimas de la violencia del Estado chileno, el caso mapuche, Freirina, Aysén, son otros de muchos casos más que no se pueden aislar a la hora de revisar el orden funcional del ejercicio de la violencia, la des-valorización de la vida y la indolencia a las luchas populares.  

En nuestra sociedad se ha ido internalizando un imaginario desastroso para la convivencia humana, en algunos medios se difundían algunas fotos de Giuseppe Briganti Weber presunto homicida de Ezequiel y Diego, las imágenes lo mostraban con mucho dinero en sus manos, autos, armas, objetos que en el imaginario actual dominante, tienen un lugar de absoluta veneración, es que en esta sociedad se nos enseña a ganar dinero y contribuir para el “progreso”, del cual no hemos sido parte de su definición, de repente, nos hemos visto obligados llegar a la adultez, para “producir” y darle continuidad a un sistema que no te permite ponerlo en duda, porque el castigo simbólico y material, es inmediato. Nos obligan a mirar al otro como nuestro enemigo, nuestro rival, y nos hacen correr en la vida como una gran competencia, en donde si te quedas, te mueres y no hay quien te salve. El hecho que se le dispare a dos jóvenes, por una “posible” amenaza otorga garantías para quien pretenda “asegurar” su bienestar sea validado socialmente, pareciera que cualquier persona pudiera poner en su lugar a los jóvenes que no se adecuan al orden del sistema.

Oscar Romero des-ordeno su imaginario conservador, leyó su mundo y logro interpretar al verbo de Cristo desde las lágrimas salvadoreñas, llamo la atención de la Iglesia a tomar posición concreta por la paz.

“Una Iglesia que no se une a los pobres para denunciar desde los pobres las injusticias que con ellos se cometen no es verdadera Iglesia de Jesucristo… Y por eso la Iglesia sufre el destino de los pobres: la persecución. Se gloría nuestra Iglesia de haber mezclado su sangre de sacerdotes, de catequistas y de comunidades con las masacres del pueblo, y haber llevado siempre la marca de la persecución.” [2]

Ni sus palabras, ni las lágrimas del pueblo salvadoreño acabaron con su muerte, según el Informe para la discusión Violencia juvenil, maras y pandillas en El Salvador[3]: “En los últimos quince años, la región norte de Centroamérica -Guatemala, El Salvador y Honduras presentan un acelerado crecimiento de violencia y criminalidad. El Salvador presentó una tasa de homicidios de 55 por cada cien mil habitantes en 2008, a razón de 10 y 12 homicidios diarios. La cifra es alarmante y rebasa el promedio de homicidios que ocurren en otros países de Latinoamérica. Esta situación de violencia, asociada a múltiples factores históricos, políticos y sociales, contribuye a hacer de la violencia un medio utilizado por muchos sectores y actores para mantener o ganar poder, resolver conflictos y beneficiarse económicamente”. La lógica de las guerrillas, construyen idearios de convivencia, que hoy mantienen el sufrimiento en el pueblo del Salvador. Nosotros en Chile, aún no podemos abandonar el desprecio a la vida que tanto difundió la dictadura militar.

Hoy Romero va de camino a ser Santo para la Iglesia Católica y América Latina sigue llorando por las inequidades, sigue siendo abusada por el poder, castigada por la “Oligarquía”, asesinada por sus militares. Hoy desde la institucionalidad saludan a un mártir que dio su vida, otros lo seguiremos viendo como un seguidor de Jesús que encarno su fe en la proclamación del Reino de Dios en una tierra dominada por inequidad que le arrebato la vida, tal cual le rebataron la vida a nuestros compañeros. Monseñor Romero en un contexto de completa neblina, veía luz que vale la pena volver a escuchar.

«La situación me alarma, pero la lucha de la oligarquía por defender lo indefendible no tiene perspectiva. Y menos si tiene en consideración el espíritu de combate de nuestro pueblo. Inclusive, pudiera registrarse un triunfo efímero de las fuerzas al servicio de la oligarquía, pero la voz de la justicia de nuestro pueblo volvería a escucharse y, más temprano que tarde, vencerá. La nueva sociedad viene, y viene con prisa» [4]

A propósito de la Beatificación de Oscar Romero, asesinado hace 35 años por escuadrones de la muerte de ultraderecha, y la pena que nos embarga en Chile por la represión de nuestra sociedad, la muerte de nuestros compañeros, es necesario rescatar las palabras de quien resucito en el Pueblo latinoamericano, una vez asesinado y que la institución católica le llamará Santo.

“Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejército, y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la Policía, de los cuarteles: “Hermanos son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos! Y ante una orden de matar que dé un hombre debe prevalecer la ley de Dios que dice “¡No matar!”…Ningún soldado está obligado a obedecer una orden en contra la ley de Dios. Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo que recuperen su conciencia y obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La iglesia defensora de los derechos de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas, si van teñidas de tanta sangre…

“En nombre de Dios, y en nombre de éste sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión!”[5]

En memoria de Ezequiel y Diego.




[1] Estudiante de Teología en la Comunidad Teológica Evangélica de Chile.
[2] Homilía 17 de Febrero de 1980.
[3] el Informe para la discusión Violencia juvenil, maras y pandillas en El Salvador. 2007 Disponible en: [http://www.interpeace.org/publications/central-american-youth-programme/35-youth-violence-maras-and-pandillas-in-el-salvador-spanish/file]
[4] Entrevista de Prensa Latina, 15 de febrero de 1980; La voz de los sin voz, p. 445
[5] Homilía 23 de Marzo de 1980