Buscar este blog

sábado, 5 de febrero de 2011

La fe desde los márgenes; notas de teología wesleyana[1]



Este escrito busca responder a la solicitud hecha para la Conferencia Metodista 2009, de la Iglesia Metodista de Chile. Los temas a tratar son sobre antropología, sociedad y mundo (creación), desde la óptica wesleyana. Se espera que con ello, puedan emanar ejes temáticos y prácticos que provean insumos para la misión que el metodismo chileno tiene que realizar en el tiempo actual.

En el intento de hacer el enlace entre el ayer y el hoy en el plano de la teología wesleyana, es necesario tener en cuenta las siguientes cuestiones:

a)      El movimiento metodista surge en la frontera de una iglesia oficial. No podemos comparar nuestro contexto eclesial con esa realidad. El metodismo primitivo es una alternativa a la Iglesia, desde el interior de la iglesia misma. Allí está el primer margen.
b)      Los primeros metodistas, a pesar de estar en la frontera participaban de la iglesia oficial; es más, la consideraban en su práctica como “un medio de gracia”. Sin embargo, ese metodismo primitivo asume cruzar la línea demarcatoria que separa la iglesia de la sociedad, especialmente solidarizando con los más pobres y excluidos. Allí está el segundo margen.
c)      Si hay algo intrínseco que el metodismo tuvo desde sus orígenes, eso fue: impulsar y permitir experiencias y procesos de renovación, transformación y cambio. Esta trasformación comenzaba por la persona humana, en su relación con Dios, con ella misma y con sus semejantes. Allí hay un tercer margen.

Es importante resaltar estas observaciones preliminares, puesto que ello nos facilita recuperar una herencia, aunque sin homologar la realidad del metodismo primitivo en forma automática con nuestra realidad metodista chilena. El desafío es ensayar respuestas, buscando hacer del metodismo actual una iglesia con significación e impacto en la actualidad. Para ello, se podrán re-significar las opciones del metodismo de ayer o intentar otras opciones pastorales que sugieran algo nuevo. En cualquier caso, la herencia que tenemos nos otorga luces de identidad, para que cualquiera sea el rostro actual del metodismo, corresponda al espíritu que guió a los fundadores de este movimiento.

En lo que corresponde a este trabajo, nos sumergiremos  por unos instantes en la forma en que Wesley entendió a Dios y la obra de él, especialmente hecha visible en Cristo y transmitida por medio del Espíritu Santo. En dicha comprensión de la fe la teología wesleyana tiene alcances que abarcan al ser humano en su individualidad, para su vida en sociedad, y su relación con  la creación como un todo. Estas expresiones no se hacen desde el vacío, son el resultado de una experiencia personal con Cristo, lo que permite una nueva visión de todas las cosas, donde todo queda expuesto al llamado a un cambio; sin que la misma iglesia se escape a ello. En tal sentido, para Wesley la compresión de la fe, la inteligencia de ella, el acto de comprender y entender a Dios en su obra, no es un mero ejercicio intelectual. Su teología proviene desde su propia experiencia de salvación. Por ello, acertadamente hay quienes han declarado que en Wesley la teología es soteriología.

Pero, adentrémonos en cada uno de los temas ya enunciados, con el propósito de colocar nuestros ojos ante el lente y quedar expuestos a ver lo que aparezca. Este lente no es un lente cualquiera, es la fe en Jesucristo.

I -  Persona


En su antropología tres pueden ser las referencias que en Wesley nos pueden ayudar a dilucidar por dónde va su teología en esta área: la imagen de Dios, el pecado original y la obra de Dios en Cristo por nosotros.

1.1  – La imagen de Dios (imago Dei)
A pesar de ser esta una clave bíblica (Génesis 1:27), no obstante en la historia de la teología no ha sido suficientemente tratada, con excepción de los padres de la Iglesia (siglos II-IV), especialmente en Oriente. Y, en las ocasiones en que ha sido abordada, la imago Dei ha originado dos tendencias bien claras en la teología. a) Para unos la imagen es entendida como atributos o cualidades específicas (pureza, dominio, obediencia, amor, etc.). b) Para otros la imagen es entendida como “relación con Dios”. Se trata de una relación fundamental entre el ser humano y Dios. El ser humano sería lo que corresponde a Dios. Juan Wesley se identifica con esta última perspectiva, representativa de los padres de Oriente, la que en la historia de la teología no tuvo tanta resonancia como la alternativa primera, representativa de la teología de occidente.

Entre las dos opciones que ha tenido la imago Dei, se pueden apreciar marcados presupuestos, los que entre si representan acentos que se colocan en polos diferentes. En la primera alternativa, es decir la imagen como atributos humanos, se enfatiza la capacidad humana, la condición humana como tal. En cambio en la segunda, es decir la imago con  su acento en la relación con Dios, el punto relevante está en la gracia de Dios capaz de producir esa relación.

El ser humano como imagen de Dios, es la primera y principal clave para entender la teología wesleyana. Es una teología volcada a la antropología, partiendo de una concepción positiva del ser humano, con la cual fue formado por su Creador.

“«Y Dios», el Dios trino, «dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó.»2 No solamente a su imagen natural, figura de su propia inmortalidad, un ser espiritual dotado de entendimiento, libre albedrío y diversos afectos; no meramente a su imagen política, gobernador del mundo inferior, que «señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra...»,3 sino mayormente a su imagen moral, la cual, conforme al apóstol, es justicia y verdadera santidad.4 Conforme a esta imagen de Dios fue hecho el ser humano.”[2]

A pesar de que Wesley hace el distingo entre creador y criatura, uno no es el otro, sin embargo entre ambos hay una relación, una inter-relación. Esta relación es propiciada por quien es el Creador. El ser humano en la época primordial no es algo ajeno a Dios. No se trata de algo que el Creador hizo y del cual no se pueda saber su procedencia. Al contrario, el ser humano en su condición de criatura lleva la imagen de su Creador. Esta imagen no es algo estático, no se trata de una señal inerte, más bien se trata de condiciones que el ser humano trae consigo, a causa de la relación que Dios ha dejado impresa en él.

“Dios es amor;5 por consiguiente el humano, al ser creado, estaba lleno de amor, el cual era el principio único de todos sus estados de ánimo, pensamientos, palabras y acciones. Dios está lleno de justicia, misericordia y verdad: así era el humano al salir de las manos de su Creador. Dios es pureza inmaculada: y así era el ser humano en el principio, puro, sin mancha pecaminosa alguna. De otro modo Dios no hubiera podido declarar que el humano era tal como todas las otras obras de sus manos, muy bueno.6 Esto hubiera sido imposible si el ser humano no estuviese puro de pecado, y lleno de justicia y verdadera santidad.”[3]


El ser humano podrá tener ciertas cualidades, pero es a causa de lo que Dios dejó en él. Si el hombre/mujer ama, es porque su Creador es amor; si el hombre/mujer es justo, es porque su Creador es justo. Wesley enfatiza que estas fueron las condiciones esenciales y primordiales cuando el ser humano fue dado a luz por Dios. En su condición y realidad primera, el hombre/mujer no fueron llamados a su existencia sin que hubiera en ellos una identidad otorgada por Dios, la que tenía alcances naturales (con entendimiento), políticos (capacidad de gobernar) y morales (para vivir en santidad).

Es gracias a  esta relación que el Creador establece con sus criaturas desde el comienzo que se puede sustentar el concepto de imago Dei, más que una simple información de fábrica. La imago Dei otorga al ser humano un estatus especial, con consecuencias prácticas y contextuales. Esta afirmación fue producida durante el exilio (s. VI), siendo una afirmación de la dignidad humana en un contexto en que el ser humano está siendo despojado de esta condición y humillado. Este concepto, no siendo genuinamente de origen hebreo, intentaba mostrar que no solamente el rey podría ser imagen de Dios. Según Génesis 1, hombre y mujer son imagen de Dios, esto es, toda la humanidad.

Con todo, esta condición de imago Dei, para Wesley puede ser una referencia fundamental, sin que con ella se pueda sostener una cierta inmunidad por parte del ser humano después de haber sido creado. Así lo expresa el propio Wesley:

“Pero aunque el humano fue hecho a imagen de Dios, sin embargo no fue hecho inmutable. Esto hubiera sido incompatible con el estado de prueba en que Dios quiso colocarlo. Por lo tanto, fue creado capaz de permanecer firme y sin embargo sujeto a la posibilidad de caer.”[4]

Con ello pasamos al segundo elemento que se desprende en la teología de Wesley en lo referido a la condición humana. El hombre/mujer, siendo imagen de Dios, también es pecador.

1.2  – El pecado original (la caída)

Siguiendo a los grandes reformadores, Wesley no cree que el pecado sea un estado adquirido en algún momento, o se trate de hechos aislados, sino que es una realidad que todos los seres humanos tienen como producto de ser hijos de Adán. El pelagianismo ya había abierto la polémica a este respecto en el siglo V, proponiendo que los seres humanos aun después de la caída tenían la libertad para escoger entre el bien y el mal.  Wesley, que también sigue a Agustín en este punto,  se opone a este tipo de pensamiento. El toma distancia de estos planteamientos que en su época estaban siendo retransmitidos por un tal Sr. Hobbes y más bien subraya lo que establece Génesis 6:5 “Yahvé vio que la maldad del hombre en la tierra era grande y que todos sus pensamientos tendían siempre al mal”. Esta tradición en la teología wesleyana queda suficientemente explicita en el art. de Fe VIII, donde los metodistas declaramos: “La condición del hombre después de la caída de Adán es tal que no puede volverse ni prepararse a si mismo por su fuerza natural y propias obras, para ejercer la fe e invocar a Dios; por tanto, no tenemos poder para hacer obras buenas, agradables y aceptas a Dios, sin que la gracia de Dios por Cristo nos capacite para que tengamos buena voluntad, y coopera que nosotros cuando tuviéremos tal buena voluntad”.

De acuerdo a la visión que Wesley tiene, él separa un primer periodo de la historia humana entre los orígenes y el diluvio, tiempo suficiente que le sirvió a Dios para hacer un balance de aquello que había creado. Esta evaluación divina, según Wesley, arroja una evaluación enteramente negativa para los seres humanos. El proyecto original se ha contaminado, ha sido pervertido por la acción humana, Dios no tiene dos opiniones a esas alturas. Así lo resume Wesley en sus escritos:

“…voy a mostrar cómo eran los seres humanos antes del diluvio. Y podemos confiar plenamente en el informe que aquí se nos da. Porque Dios lo vio, y el no puede ser engañado. El «vio que la maldad de los hombres era mucha». No de este o de aquel individuo; no solamente de unos pocos; no apenas de la mayoría, sino del humano en general, de los seres humanos universalmente. La palabra incluye a toda la raza humana, a todo participante de la naturaleza humana. Y no es fácil para nosotros estimar su número, decir cuántos miles y millones eran. Entonces la tierra preservaba mucho de su belleza primitiva y de su fertilidad original. La faz del mundo no estaba desgarrada y violentada como ahora; primavera y verano iban de la mano. Por lo tanto, es probable que proporcionara sustento para muchos más habitantes que los que ahora es capaz de sustentar. Y estos deben haberse multiplicado enormemente ya que los humanos engendraron hijos e hijas durante un total de seis o siete siglos. Sin embargo, entre todo este número inconcebible de personas, solamente Noé halló gracia ante Dios.14 El solo (quizás incluyendo parte de su familia) fue la excepción de la maldad universal, la cual, por el justo juicio de Dios, trajo la destrucción universal poco tiempo después. Todos los demás fueron participantes de la misma culpa, así como lo fueron del mismo castigo.”[5]

En este estado, Wesley entiende que el proyecto original ha sido boicoteado. Lo que hizo decir a Dios que “era bueno”, ya no lo es. Ahora la opinión es otra. Ello, sin embargo, no será una evaluación circunscrita a un momento, muy por el contrario, Wesley entiende que esto se proyecta y crea una condición que demarcará la realidad de los seres humanos en cuanto a su relación con Dios. Esta consecuencia se manifestará indefinidamente en los seres humanos, hasta que el mismo Dios produzca otro acontecimiento que permita revertir el hecho.

“Las Escrituras previenen que por la desobediencia de un hombre todos fueron constituidos pecadores;2 que en Adán todos mueren,3 mueren espiritualmente, habiendo perdido la vida y la imagen de Dios; que Adán, caído y pecador, engendró un hijo a su semejanza;4 ya que no era posible que lo engendrara a ninguna otra semejanza, porque ¿quién puede obtener algo limpio de lo inmundo?[6]

En la teología de Wesley, esta caída es producto del quiebre de la relación de parte de los seres humanos ante Dios. Si la imagen indicaba relación, el pecado ahora significa rebelión. Si la imagen era comunión, el pecado ahora es la autonomía. Si la imagen era lo correlativo a Dios, el pecado ahora es la antitesis del Creador. Según Wesley, en esta nueva fase no existe condición natural alguna que exima a los seres humanos de esta condición. El declara:

“…no tenemos razón para creer que hubiese alguna interrupción de ese mal. Porque Dios, quien vio que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal, asimismo vio que siempre era lo mismo, que era de continuo, cada año, cada día, cada hora, cada momento. Nunca se desviaba hacia el bien.”[7]

Esta realidad, según Wesley, traspasó la época del diluvio. Puesto que tanto profetas como apóstoles, cuando describen la condición humana no dan cuenta de que haya habido un cambio. Sin la gracia de Dios, ya los pensamientos del ser humano continúan siendo malos y Wesley subraya “continuamente”. No se trata de un balance que se funda en una replica histórica, sino la “experiencia diaria” lo confirma en todos los seres humanos. Así también queda registrado en la tradición estampada en el art. de Fe VII cuando habla sobre el Pecado Original: “El pecado original no consiste (como falsamente aseveran los pelagianos) en la imitación de Adán, sino que es la corrupción de la naturaleza de todo hombre engendrado en el orden natural de la estirpe de Adán, por lo cual el hombre está muy apartado de la justicia original, y por su  misma naturaleza se inclina al mal, y esto continuamente”.

Pero, ¿Qué resta para el ser humano en estas condiciones?, ¿existe algo que le pueda librar de este estado al cual ha caído?, ¿qué hecho o condiciones pueden permitir revertir esta situación a favor de los seres humanos? Eso es lo que intentamos ver a continuación, al resaltar la obra de Dios en Cristo, como acto decisivo para librar a los seres humanos.


1.3  – La reconciliación (justificación por la fe)

En este punto Wesley ofrece una interpretación teológico-pastoral sumamente atractiva. Normalmente cuando se habla de la obra de Dios en Cristo para favorecer a los seres humanos, el énfasis está en el marco de un tribunal de justicia. En no pocas ocasiones la misma Biblia se sirve de estas metáforas. Pablo por ejemplo habla de  que en Cristo se anuló el acta de los decretos que nos era contraria, la que termina siendo clavada en la cruz (Colosenses 2: 13-15). En toda esta aproximación, lo que Dios hace ante el ser humano es declararlo inocente, otorgándole una espacie de indulto, restituyéndolo de los graves asuntos pendientes que tenia frente a la ley. Cabe señalar que estas metáforas son las que han prevalecido en la teología occidental.

Wesley, sin embargo, otra vez muestra su dependencia con la teología de oriente, dejando de lado la imagen del juez, de la corte, del acusado y todo ello. Wesley quiere hablar más bien de la condición del ser humano como un enfermo y de Dios como el medico. La metáfora de Wesley es más terapéutica que jurídica, es más pastoral que legal, es más personal que formal. Con esta mirada tiene que ver lo que Wesley considera esencial en la religión cristiana, lo que el denomina la naturaleza de ésta:

“… cuál es la naturaleza propia de la religión, de la religión de Jesucristo. Ella es terapeía psykés (terapia del alma), el método divino para sanar un alma que está de tal modo enferma. Aquí el gran médico de las almas aplica la medicina para curar esta enfermedad; para restaurar la naturaleza humana, corrompida totalmente en todas sus facultades. Dios sana todo nuestro ateísmo mediante el conocimiento de él mismo y de Jesucristo, a quien ha enviado; dándonos fe, divina evidencia y convicción de Dios y de las cosas de Dios; en particular de esta importante verdad: Cristo me amó, y se dio a sí mismo por .49 Mediante el arrepentimiento y la humildad de corazón la enfermedad mortal del orgullo es curada, la enfermedad de la obstinación mediante la resignación, una mansa y agradecida sumisión a la voluntad de Dios. Y para el amor al mundo en todas sus ramas el amor a Dios es el remedio soberano. Ahora bien, esto es la religión correcta: la fe que obra por el amor,50 produciendo una humildad mansa y genuina, la muerte total al mundo, junto con una amante y agradecida aceptación de toda la voluntad y la Palabra de Dios y una conformidad a ellas.”[8]

Este punto es  fundamental, puesto que inevitablemente se  trasforma en una clave para el ser metodista en cualquier tiempo, en términos de por dónde dirigir la acción. ¿Cuál es el punto central en el quehacer de la Iglesia, en torno del cual debe girar todo lo que ella haga? Siguiendo las huellas de la tradición wesleyana, lo que se desprende   para el  ser y hacer de la Iglesia, ello sería: aliviar, sanar, anunciar que en Cristo Jesús y el amor que él tuvo por la humanidad y por cada persona en particular está en juego una experiencia de transformación total de la vida. No existiría otra cosa tan esencial para los metodistas como esta. Este sería el objeto de la misión (el asunto al cual la iglesia debe abocarse). Es esta práctica, más que ninguna otra, la que permite hacer que Dios como protagonista primero produzca la restauración de su imagen en cada ser humano:

“Sabéis que la gran finalidad de la religión es renovar nuestros corazones a la imagen de Dios, reparar aquella pérdida total de la justicia y de la verdadera santidad que padecimos por el pecado de nuestro primer padre. Sabéis que toda religión que no dé respuesta a este fin, toda la que se detiene lejos de esto, de la renovación de nuestra alma a la imagen de Dios, conforme a la semejanza de aquel que la creó, no es otra cosa que pura farsa y una mera burla de Dios, para destrucción de nuestra propia alma.”[9]


Esta iniciativa divina cobra rostro en la persona y obra de Cristo, mediante el cual es obrada nuestra salvación y reconciliación. En Cristo Jesús, el amor de Dios se hace concreto, se encarna y mediante un hecho visible e histórico  se sella en un acto redentor único, en la cruz:

“Debido pues a que el Hijo de Dios gustó la muerte por todos,19 Dios reconcilió consigo al mundo, no tomándoles en cuenta sus pecados.20 Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.21 De manera que, por amor de su amado Hijo, por lo que ha hecho y sufrido por nosotros, Dios ahora promete, bajo una sola condición (en el cumplimiento de la cual él mismo nos ayuda) tanto perdonarnos el castigo que nuestros pecados merecen, como volvernos su gracia, y dar a nuestras almas muertas la vida espiritual perdida como arras de la vida eterna.”[10]

Este episodio cumbre en la revelación de Dios, cuyo principal beneficiado es el ser humano, en la teología wesleyana es comprendido en el marco de la gracia de Dios. Es Dios, quien en su misericordia y bondad, produce el acontecimiento de Cristo, como un acto intermedio del marco de la gracia para el plan de salvación que él tiene con la humanidad. En efecto, para Wesley la gracia tiene una manifestación tridimensional, ella es: previniente, justificadora y santificadora. En ello está la imagen de Dios actuando en sus tres personas; mediante el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La gracia previniente es lo que Dios hace “antes” de nosotros, la gracia justificadora es lo que Dios hace “por” nosotros” y la gracia santificadora es lo que Dios hace “en” nosotros”. El Padre nos busca, el Hijo nos encuentra y el Espíritu nos transforma.

Como podemos apreciar, el lugar que tiene la persona humana en la teología wesleyana primitiva, se funda en el hecho de que es creatura de Dios. En dicha condición el ser humano pasó por un estado ideal, después cayó y posteriormente tiene la posibilidad de volver a ser lo que Dios originalmente quiso de él/ella. La Iglesia actual, ¿en su interior está compuesta por personas que han vivido este transito ante Dios?; en su testimonio ante el mundo ¿somos una comunidad de fe con autoridad y recursos para demandar este cambio a otros?

Estas consideraciones pueden permitirnos una aproximación a lo que era la antropología o el concepto de persona/ser humano que distinguió al movimiento metodista en sus orígenes.

II -  Sociedad[11]

“Wesley se preocupó por el bienestar intelectual, económico y físico de los individuos. Escribió sobre diversos temas históricos y religiosos y vendió sus libros muy baratos, con la intención de que también pudieran ser leídos por los sectores de la sociedad con escasos recursos económicos. Contribuyó, así, a fomentar el hábito de la lectura entre la población inglesa. Además de fundar múltiples dispensarios médicos, ayudó a las personas que tenían deudas y a las que querían establecer un negocio. Se opuso a la esclavitud y mostró gran interés por otros movimientos que preconizaban la reforma social. Su influencia fue tal, que algunos pensadores sostienen que la aparición y difusión del metodismo evitó el estallido de una revolución en Inglaterra durante los primeros años del siglo XIX.” (http://es.encarta.msn.com © 1997-2008 Microsoft Corporation)

La práctica pastoral de Wesley, en los orígenes del movimiento metodista en ningún caso estuvo de espaldas a la contingencia social, a los hechos sociales que marcaban la convulsionada realidad de Inglaterra en el siglo XVIII. “El surgimiento del metodismo se produce en vísperas de la revolución industrial, hecho que cambiaria irreversiblemente la situación de Inglaterra a partir de la ultima parte del siglo XVIII; de país agrícola se convertiría en fabril” (Walker). Este dato social no pasa inadvertido ni para Wesley, ni para los principales lideres de su movimiento, lo que merece ser destacado, puesto que Wesley podría ser calificado como una persona conservadora tanto en el plano religioso como en el social. Wesley venia de una familia que tenía adhesión al sector político Tory, quienes se distinguían por afirmar el derecho del rey para determinar el curso de la nación, sin que esto dependiera solamente de las decisiones del parlamento. En el plano religioso Wesley procedía de una familia que pertenecía a la Iglesia Alta de Inglaterra, quienes se destacaban por subrayar el valor total de la iglesia establecida, con apego irrestricto a las practicas rituales heredadas de la Iglesia antigua.

Pero, a pesar de esta herencia que no colocaba a Wesley entre los sectores vanguardistas de la época, él no puede concebir el evangelio y las consecuencias de su experiencia de fe sin que ello repercuta en la situación social. El expresa así esta visión:

“…el cristianismo es esencialmente una religión social, y que tratar de hacerlo una religión solitaria es en verdad destruirlo. Por cristianismo quiero decir ese método de adorar a Dios que Jesucristo reveló a la humanidad. Cuando digo que esta es esencialmente una religión social, quiero decir que no sólo no puede subsistir sino que de ninguna manera puede existir sin la sociedad, sin vivir y mezclarse con los seres humanos.”[12]

Esta sociedad de la cual habla Wesley experimentaba un momento crítico de su historia, era el escenario de un cambio social y cultural sin precedentes. José M. Bonino lo resume con mucha precisión así: “Gran Bretaña está en el comienzo de una transición del modo de producción semi-feudal al modo de producción capitalista, de una sociedad rural a una sociedad urbana, del poder aristocrático al poder burgués. Téngase presente que hablamos de “el comienzo de una transición”. En palabras que no necesariamente fueron pronunciadas en el tiempo de Wesley, sino que más bien nos son contemporáneas, el contexto del metodismo primitivo era donde surgía un “nuevo orden mundial”. Como es de suponer, en este tipo de transiciones siempre van a quedar victimas sociales, siempre aparecerán quienes pagan el costo de estos cambios históricos, siempre habrá en estos procesos aquellos que avanzaran junto a los cambios y otros quedarán atrás padeciendo las consecuencias.

La postura de Wesley, que puede ser considerada profética se puede resumir en las siguientes expresiones, en los ámbitos que se indican. En relación a la pobreza, por ejemplo, el no solo comprueba esta situación, “sino que rechaza las explicaciones tradicionales de la pobreza como destino o como consecuencia de la flojera o vicio”. Denuncia también la “privatización de la propiedad que deja millares de campesinos sin tierra”. Sobretodo denuncia los lucros “obtenidos de negocios en que el hombre es denigrado, como la venta de bebidas alcohólicas”. El tráfico y comercio de esclavos fue calificado por el como una “execrable suma de todas las villanías”. Predicó muchas veces en los presidios, por lo que tuvo la oportunidad de conocer por dentro la realidad de estos recintos y denuncio las condiciones inhumanas de estos predios.

En cuanto a las acciones que Wesley desarrolló, se podrían contar: la creación de un “dispensario médico” en Inglaterra en 1746; la publicación de un libro llamado “manual médico”; en varias oportunidades, después de haber ocurrido catástrofes organizó “proyectos de alimentación”; en los presidios no solo llevaba  el Evangelio sino también ropas, medicamentos y herramientas para quines estaban internos; preocupado con el desempleo creo “pequeñas manufacturas”, donde se trabajaba el algodón; en 1748 creó un “fondo de prestamos”; los primeros metodistas también crearon una “sociedad de auxilio al extranjero”.

Estas notas del trabajo social en el testimonio del metodismo primitivo son una clara muestra de cómo la fe y la experiencia cristiana empiezan a conformar una identidad, que los metodistas podemos invocar como distintiva:  

a)      La fe, si bien era una experiencia transformadora en la persona, ésta no se restringía al ámbito de lo privado, intimo e individual. La fe exigía una expresión pública, exterior y colectiva.
b)      El sufrimiento humano, y la pobreza de modo especial, eran realidades frente a las cuales la fe no podía guardar silencio. Experimentar a Dios era también sinónimo de compartir ese amor y nueva experiencia de vida.
c)      La evangelización consistía preferentemente en la proclamación de la palabra, muchas veces al aire libre, pero ella también se expresaba en actos concretos de amor a los más necesitados.

Esta practica metodista, volcada a la sociedad, es importante concebirla en la dimensión que a ella le corresponde y no extrapolarla. Los primeros metodistas no buscaron un cambio en las estructuras sociales de la época, más bien lo que hicieron fue asistir a quienes en esa sociedad quedaban al margen de ella. Aquí puede estar la diferencia entre “acción social” y “servicio social”, la primera de ellas propende a modificar estructuras e instituciones que permitan dar a luz un nuevo orden, mientras que el segundo intenta asistir de manera más inmediata los requerimientos de dolor que no admiten tanto análisis ni espera. Miguez Bonino  supo llamar a la reflexión en este punto: “En ninguno de los casos, sin embargo, Wesley ve el carácter estructural de los males que denuncia. …Cuando intenta hallar las causas (de los males sociales) y los remedios, se queda totalmente dentro de las premisas del sistema mercantilista, totalmente ajeno a las causas estructurales de la crisis. Es totalmente incapaz de ver en ella los dolores de parto de un nuevo modo de producción y de una nueva organización de la sociedad y consecuentemente no apunta al hecho de que la pobreza que describe y denuncia como “compra y venta de sangre y carne” es el sacrificio inevitable que los dioses del nuevo orden exigen”.

De todas formas cabe formularnos algunas preguntas: ¿era exigible de Wesley esta comprensión de su mundo?, la ausencia de este dato ¿desmerece todo lo que fue el testimonio del metodismo en el ámbito social de aquella época? Cuando se trata, ahora, del metodismo actual: ¿cuándo y en qué condiciones merece que nos detengamos para discernir los hechos sociales antes de actuar?, ¿en qué condiciones debemos acudir simplemente por la urgencia del dolor y la necesidad?

Termino esta segunda parte con la oración con que Wesley finaliza su tratado donde aborda el tema de la esclavitud. Estas palabras que él dirige a Dios retratan de cuerpo entero la solidaridad que él manifestó ante el dolor de otros, en uno de los temas sociales más cruentos que le correspondió enfrentar, la esclavitud. Invoca a Dios en estos términos:

“¡Oh tú, Dios de amor, que amas a todo ser humano, y cuya misericordia está sobre todas tus obras, tú eres el Padre de los espíritus de toda carne, y eres rico en misericordia para con todos! ¡Tú que has mezclado de una sola sangre a todas las naciones sobre la tierra, ten compasión de esta gente desechada, que son hollados como estiércol sobre la tierra! ¡Levántate, y ayuda a los que no tienen quien les ayude, cuya sangre se derrama como agua sobre la tierra! ¿No son éstos obra de tus manos, adquirida por la sangre de tu Hijo? Muévelos a clamarte en la tierra de su cautiverio; y permite que su queja te llegue; que penetre tus oídos! ¡Haz que aun quienes los llevaron en cautiverio tengan piedad, y cambia su cautividad como los ríos en el sur. ¡Quiebra en dos todas sus cadenas, especialmente las cadenas de sus pecados! ¡Oh Salvador de todos, hazlos libres, para que sean libres de verdad![13]

He aquí algunas de las dimensiones sociales que tuvo el metodismo primitivo, en cuya realidad era imposible e inadmisible vivir la fe como si no existieran condiciones limites en la realidad social de la época. El evangelio era gozo, era salvación, era nueva vida; pero también era saber de mujeres que debían arrancar del hocico los huesos de sus perros para ellas prepararse una sopa. Wesley dice que “…este es el caso con multitud de personas hoy día, ¡en una tierra que fluye leche y miel! ¡donde abunda todo lo necesario, las comodidades y lo superfluo de la vida!”[14]


III -  El mundo creado

En principio no resultó fácil obtener información o referencias sobre la postura de Wesley y los primeros metodistas en cuanto a su relación con el “mundo, en cuanto creación de Dios” o con temas “medio ambientales” (tan urgentes en estos tiempos).

Ha sido mediante referencias que algunos eruditos de la tradición wesleyana han investigado, con referencias a escritos del propio Wesley, por donde podemos tener una entrada a esta materia. El metodismo primitivo sí tuvo una palabra o varias en cuanto al mundo creado y a la relación de los seres humanos con este mundo.

Uno de los escritos de Wesley en esta materia es aquel que se titula: “Una investigación sobre la sabiduría de Dios en la creación.”[15] Allí Wesley expresa su visión sobre el estatus que la creación tiene en cuanto obra de Dios y la relación que los seres humanos están llamados a tener con este escenario que Dios ha provisto para el deleite de todas los componentes del mundo creado. La clave principal de Wesley es su apelación por la armonía que debe existir entre todas las cosas creadas, principalmente entre los seres humanos y el resto de la creación. A su vez, actor principal en esta armonía es el ser humano, llegando Wesley a hablar de “la imagen política de Dios”. Con esta expresión Dios se refiere a los humanos, quienes han recibido la vocación de garantizar que el orden con el cual Dios creó todo pueda ser mantenido. Para Wesley no está en discusión quien es el Señor de todo; obviamente ese rango le pertenece a Dios, El es el Señor y soberano. Pero para Wesley ese señorío Dios lo hace a través de los seres humanos, de allí este carácter de “imagen política de Dios” que se otorga a los humanos. Con ello se pretende enfatizar que el ser humano es “el sub-gerente (administrador) de Dios en la tierra”.

Wesley escribe en su investigación: “Al informarnos sobre asuntos de la filosofía natural, entramos en un tipo de asociación con las obras de la naturaleza y nos unimos a ese concierto general de su gran coro. Así pues, al informarnos y familiarizarnos con las obras de la naturaleza, nos convertimos en parte de esta familia, un participante de sus dichas; pero si permanecemos ignorantes, seremos como extranjeros y peregrinos en una tierra extraña, sin conocer ni ser conocidos”.[16]

Queda claro que para Wesley entre el ser humano y el resto de la creación, no puede haber competencia, sino pertenencia. El hombre/mujer son quienes han recibido la misión de propiciar, impulsar y trabajar para que la creación mantenga su integridad. Es decir, dentro de todo lo creado, Dios dotó a una parte de su creación (los humanos) para que velen por ellos mismos y el resto de lo creado. Así lo dice Wesley:

“Nosotros ahora somos los mayordomos de Dios. Estamos en deuda por él por todo lo que tenemos…un mayordomo no tiene la libertad para usar lo que se ha puesto en sus manos como a él le plazca, sino como a su amo le place…El no es el dueño de ninguna de estas cosas, sino apenas a quien se le han encargado por alguien más….Ahora bien, este es exactamente el caso de todos con relación a Dios. No estamos en la libertad de usar lo que Dios  ha depositado en nuestras manos como a nosotros nos plazca, son como a Dios le agrada, quien es el único dueño del cielo y de la tierra y el Señor de toda criatura…(Dios) nos ha confiado con (los bienes de este mundo) bajo esta clara condición: que los usemos como los bienes de nuestro Amo, y de acuerdo con las indicaciones especificas que nos ha dado en su Palabra”.[17]

Otra vez podemos hablar no solo de un evangelio integral en la tradición wesleyana, sino también de una teología integral, en donde se co-relaciona todo. Decimos esto por cuanto, este mandato a ser “sub-gerentes”, también se ve afectado con la caída del ser humano. La condición de pecadores de los seres humanos, no solo afectará la relación con ellos mismos o con sus semejantes, también afectará a la relación de los seres humanos con el resto de la creación. El sub-gerente no quiere ese lugar, quiere la gerencia, pero ello tendrá un alto costo. El ser humano, que en un principio recibe el mandato para que en un ambiente de gozo y libertad cultive la tierra y haga usufructo de su trabajo (Gén 2: 15-16), a causa del pecado ello se producirá en un marco de dolor y fatiga (Gén 3:17).

De un modo muy particular, usando una metáfora cruelmente viva, Wesley se refiere a la actitud que los humanos tienen con los animales, lo que grafica en términos absolutos el abuso que los humanos hacen sobre el resto de la creación. La imagen se refiere específicamente al trato que los animales reciben por parte de algunos seres humanos:

“!Y que terrible diferencia existe entre el sufrimiento que reciben de parte de sus compañeros (los animales) y del que sufren de ese tirano, el hombre! El león, el tigre, el tiburón, les infligen dolor por pura necesidad, para prolongar sus propias vidas, y les quitan el dolor rápido. Pero el tiburón humano, sin necesidad alguna, los atormenta por puro gusto, y quizás continua prolongando su dolor hasta que después de meses o años la muerte señala su liberación”. [18]

Como vemos, también en la creación la caída ha tenido sus consecuencias. La imagen de Dios que se ha corrompido a causa del pecado también deja sus huellas en el  mundo creado. El ser humano en cuanto pecador/pecadora, además de no tener paz consigo mismo, tampoco la puede tener con el resto de lo creado. El pecado es entonces rebelión contra Dios, que también se manifiesta en una lucha constante ante lo que Dios ha hecho como obra de sus manos. El ser humano no solo mata a su hermano, también aniquila el mundo creado en sus múltiples manifestaciones y representaciones. Sin duda que cuando Dios busca al ser humano en su gracia, en la dimensión santificadora también desea que el hombre/mujer expresen esa novedad de vida ante todo lo que está a su alrededor. El hombre/mujer llamado a ser santo, también ahora se le pide que conciba a la creación como sagrada, puesto que proviene del mismo Dios que dio el aliento a los humanos.

En este mundo creado queda de manifiesto la identidad de Dios. Gracias a lo que existe Dios se nos revela, para Wesley esa revelación muestra a Dios como Creador y como Soberano. Es creador porque todas las cosas fueron por él, creadas de la nada. Nada existe que no haya sido hecho por él. Pero como Soberano, lo creado es sometido a un gobierno, a una dirección, a un sentido, debe obedecer a una justicia. En este aspecto Wesley sigue a Calvino, para quien la imagen del Dios creador está íntimamente ligada a la de Conservador de todas las cosas. De esta manera, el concepto de Dios que tiene Wesley ligado a la Creación, es de un Dios que participa de lo creado, que interviene en su creación. Dios no es el dios de los orígenes solamente, localizado allí en la fundación de todo únicamente. Dios es aquel que está interviniendo en aquello que fue la obra de sus manos, o a través del hombre/mujer o directamente por los medios que escapan a nuestra razón y entendimiento. Para Wesley estos matices en Dios es necesario que no se confundan:

“Asegurémonos, entonces, de diferenciar siempre estas dos visiones: Dios como Creador, creador supremo, y Dios como Soberano, el Soberano justo. Debemos tener sumo cuidado de diferenciar una de la otra para poder así dar a Dios toda la gloria por su gracia soberana, sin cuestionar su justicia incorruptible.”[19]

Alguna reminiscencia tienen también estos planteamientos a lo que Lutero hablaba, cuando invitaba a diferenciar entre el Dios oculto y el Dios revelado. En su acto creador Dios se nos muestra, se nos revela, nos da a conocer una parte de lo que El es; en cambio en su voluntad y soberanía se nos esconde, es inalcanzable para nuestra razón y mente comprenderlo. En una fina reflexión, el mismo Wesley se encarga de decir que estas manifestaciones de Dios si bien son compatibles, pero también diferenciables. Una cosa es Dios en cuanto a su ser en sí, en su esencia, otra es la acción que él desarrolla que termina por revelar una parte de él.

La valoración que Wesley presta a la creación como un todo en ningún caso lo hace extrapolar las cosas, al punto de concebirla dentro de su transitoriedad. Esto define al mismo ser humano como ser creado, también dentro del mismo marco de transitoriedad. El mundo y todo lo creado es transitorio, pasajero y el ser humano en ese escenario es un peregrino, un ave de paso.

“Pienso que no soy sino criatura de un solo día, que pasa por la vida como una flecha que surca el aire. Soy espíritu que viene de Dios y regresa a Dios, y que entre tanto flota sobre el gran abismo, hasta que en breve ya no se me vea. ¡Una gota que cae en la eternidad inmutable! Sólo una cosa deseo saber: el camino al cielo; cómo llegar a salvo a esa costa feliz. Dios mismo se ha dignado mostrar el camino. Para eso fue que vino desde el cielo.”[20]

Wesley concibe al ser humano y al mundo creado en un gran proceso, como arriba de un tren, rumbo a una estación que Dios tiene prepara en la cual transformará todas las cosas. En su Sermón sobre “la nueva creación”, él interpreta el texto de Apocalipsis 21:5 en un sentido prácticamente literal. Si Dios promete “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas”, eso realmente será así. Entonces, el mundo y todo lo que en él hay, a pesar de haber sido corrompido por el pecado humano, camina hacia una transformación total. En dicha trasformación se incluye tanto a los humanos como al resto de la creación. Para Wesley, si Juan pudo ver un “cielo nuevo y una tierra nueva”, eso efectivamente corresponde al fin de todas las cosas, según  los designios de Dios.

“Muchos comentaristas curiosamente sostienen que esto sólo se relaciona con la situación presente entonces, y nos explican con abundantísima certidumbre que estas palabras se refieren al florecimiento de la iglesia que comenzó después de las persecuciones de los paganos. Es más, algunos de ellos han encontrado que todo lo que el apóstol dice respecto de «un cielo nuevo y una tierra nueva» se hizo realidad cuando Constantino el Grande derramó riqueza y honor sobre los cristianos. ¡Triste manera de invalidar los designios de Dios!5 Sus designios con respecto a la grandiosa sucesión de hechos relacionados con su iglesia, y con toda la humanidad, desde aquel tiempo en que Juan estaba en Patmos hasta el fin del mundo, y más, porque el alcance de esta profecía se extiende más allá. No acaba con el fin de este mundo presente, sino que nos muestra las cosas que sucederán cuando este mundo ya no exista.”[21]

Los cuidados ante el mundo creado no son a causa de una existencia eterna de éste, sino para contribuir a una mejor estadía que todos y todas tengamos mientras dure nuestro peregrinaje en esta tierra. La vida, la creación, los seres humanos caminan hacia una realidad que al mismo Creador le corresponde producirla, “hacer nuevas todas las cosas”, donde muchas serán transformadas y otras ya no existirán más.




[1] Conferencia de la Iglesia Metodista de Chile. El Vergel (Angol), julio de 2009.
[2] Obras de Wesley, vol. III, pág. 106-107 (versión electrónica)
[3] Ibid. pág. 107 (versión electrónica).
[4] Ibid. Pág. 107 (versión electrónica)
[5] Obras de Wesley. Vol. III, pág. 89-90 (versión electrónica)
[6] Obras de Wesley. Vol. III, pág.  88 (versión electrónica)
[7] Obras de Wesley. Vol. III, pág. 92. (versión electrónica)
[8] Obras de Wesley. Vol III, pág. 102-103. (versión electrónica)
[9] Obras de Wesley. Ibid. pág. 104 (versión electrónica)
[10] Obras de Wesley. Vol I, pág. 105 (version electrónica)
[11] Para este ítem he tomado como base la investigación personal que en otro tiempo he realizado en cumplimiento de requisitos académicos. Cf. Iglesia y Dictadura.  Sao Leopoldo, Escola Superior de Teología, 1991. pp. 13ss.
[12] Obras de Wesley. Vol. II, pág.  84 (versión electrónica)
[13] Obras de Wesley. Vol VII, pág. 129 (versión electrónica)
[14] Apud Theodore RUNYON, La nueva creación; la teología de Juan Wesley para hoy, pág.  215.
[15] Apud Theodore RUNYON, La nueva creación; la teología de Juan Wesley para hoy,  pp. 231ss.
[16] Apud Ibid., pág. 232.
[17] Apud Ibid., pág. 236.
[18] El texto pertenece a una de las tres conferencias de debate que Wesley realizó en la Universidad de Oxford para obtener su grado de maestría.
[19] Obras de Wesley. Vol. VIII, pág.  434 (versión electrónica)
[20] Obras de Wesley. Vol. I, pág.  20 (versión electrónica)
[21] Obras de Wesley. Vol. III, pág.  402 (versión electrónica)
Sobre el autor:

Pedro Correa Montecinos

 

Maestría en Teología, mención Teología Sistemática e Historia de la Iglesia, por la Escuela Superior de Teología de São Leopoldo; Curso de especialidad en Educación a Distancia, por la Asociación de Seminarios e Instituciones Teológicas, Buenos Aires; Bachiller en Teología por la Comunidad Teológica Evangélica de Chile. Profesor de Teología Sistemática e Historia de la Iglesia. Pastor de la Iglesia Metodista.