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jueves, 3 de enero de 2013

La tensión ya·pero todavía no. Juan Carlos Scannone



El teólogo no puede... escapar al juego de las opciones, pero tampoco está atrapado por él: lo puede trascender por el discernimiento. Esta trascendencia, sin embargo, no es una huida a un plano aséptico a·, pre- o suprahistórica, sino una trascendencia encarnada en la historia que, por gracia, tiene estructura de signo y sacramento. En las opciones y más allá de su contenido representativo (ideológico o utópico), se da de hecho el llamado teologal que se encarna históricamente, pero es irreductible a las ideologías y utopías. Estas pueden mediarlo o desfigurarlo y aun rechazarlo, pero desde él ellas pueden ser discernidas y juzgadas.

Tanto el dualismo estático de una distinción de planos como el vaciamiento dialéctico de lo teologal en lo mundano no dan cuenta de la encarnación de lo escatológico en lo histórico, que se da inconfusa e indivisamente. Esa encarnación, como la de Cristo, es liberadora; libera a lo mundano en su autonomía y apertura a Dios; libera a la libertad para el discernimiento de la presencia histórica de la salvación y para la creación de historia, y deja, sin embargo, libre a Dios en su trascendencia. Pues ahí donde está el Espíritu de Cristo, ahí está la libertad.

Anteriormente decíamos que, en la teología de la liberación, la fe es mediada históricamente tanto en el camino ascendente de interpretación de la realidad sociopolítica latinoamericana como en el camino descendente de su concreción en praxis liberadora, praxis desde la cual se reflexiona. Pues bien, el discernimiento y la consiguiente liberación apuntados en el párrafo anterior deben y pueden darse en ambos movimientos.
Estimamos que, de hecho, se dan en numerosos aportes de dicha teología, pero no siempre.

En el camino ascendente, la teología, al asumir dichas interpretaciones (por ejemplo, la teoría de la dependencia) y al articularlas en un lenguaje de fe, las coloca en un ámbito de libertad. Es decir, las relativiza desabsolutizándolas de su eventual pretensión ideológica de ser la verdad absoluta, total y exclusiva. Las libera de un sentido reductivo a lo económico, político o social, y des-univociza su lenguaje, abriéndolo a la imprevisibilidad de nuevas situaciones...

En el camino descendente hacia la praxis se libera la utopía de considerarse definitiva y total, y se la deja ser lo que es: utopía, especialmente abierta, en la tensión del ya, pero todavía no. y se respetan la opción y acción políticas en su contingencia y relatividad, sin hacerlas perder la eficacia que les nace de la absolutez de la caridad.

J. C. Scannone, La teología de la liberación: ¿evangélica o ideológica?: Concilium 93 (1974) 462.


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