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miércoles, 19 de agosto de 2015

Jóvenes caminando en la Reforma tres desafíos para nuestra generación.



De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
(2 Coritnios 3:17 RVR1960)

Vamos, contame, decime
Todo lo que a vos de esta pasando ahora
Por que si no, cuando esta tu alma sola llora
Hay que sacarlo todo afuera
Como la primavera
Nadie quiere que adentro algo se muera
Habla mirándose a los ojos
Saca lo que se puede afuera
Para que adentro nazcan cosas nuevas, nuevas...
(Piero. Cantautor latinoamericano)


Quisiera compartir la siguiente reflexión situada en la antesala de la Conferencia Global de Jóvenes Reformadores y Reformadoras, que tendrá lugar en Wittenberg, del 22 de agosto al 4 de septiembre, bajo el lema “Liberados por el amor de Dios para cambiar el mundo”, encuentro que convoca a jóvenes luteranos, estudiantes de teología y líderes ecuménicos de todo el mundo, para reflexionar sobre lo que significa ser luteranos y luteranas hoy en sus contextos y con el mandato de ser Iglesias en constante reforma.

En este espíritu quisiera proponer brevemente tres ideas que marcan un pensamiento personal, nutrido desde mi experiencia local, que intentan aportar a la reflexión de la Iglesia en nuestra generación, e inviten a otros y otras a sumarse en el diálogo sobre cuál es el lugar de las y los jóvenes en el pensar y ser Iglesia hoy.
          
1.- Una Teología desde y para la vida concreta de las y los jóvenes.

Una perspectiva de la Teología Latinoamericana se ha caracterizado por un intento constante de dialogar con la vida, en este sentido con las heridas, lágrimas, risas y celebraciones que cruzan nuestra existencia. No obstante parece ser una crítica muy común a nivel de las y los jóvenes de nuestras comunidades que nuestra teología es más bien del mundo de lo “celestial” como si fuera completamente abstracta, incomprensible e inalcanzable. Pareciera que nuestra teología “adulta” estuviera reservada más bien para la academia, los clérigos y los ancianos.

Un primer desafío que quisiera proponer es hacer teología desde nuestra propia generación, en diálogo con la fe construida en comunidad y la historia de la tradición, una tradición que debe ser re-significada por quienes desean vivir y expresar su fe en completa honestidad y genuinidad o. En este sentido, es necesario que  la teología no quede restringida sólo a lo intelectual o lo discursivo sino que sea una teología holística, que se sienta en nuestro cuerpo, en la interacción con el otro(a), en el encuentro con lo creado.

2.- Un Iglesia inclusiva y no colonial.

En el luteranismo la relación “Iglesia/Nación” no es un tema simple. La situación de algunos países europeos en donde la fe luterana cuenta con un grado de oficialidad y estrecha relación con el estado hace que exista una suerte de “propiedad” de la confesionalidad luterana, propongo: La iglesia no debería identificarse con el estado o la nación, ni consistir en meras costumbres y rituales heredadas de antiguo, ni menos una institución que otorga y recibe status y privilegios

Así mismo en un contexto internacional de tanta violencia en algunas zonas del mundo, la Iglesia debiese actuar globalmente, con espíritu de hermandad y sin fronteras en donde el luteranismo se expresara como una gran familia global, que sigue a Jesús y se moviliza en el horizonte del Reino de Dios y su Justicia. En este sentido desde América Latina, tenemos un desafío mayor y urgente en pensar críticamente lo colonial. Este ejercicio nos podría invitar al re-descubrimiento del sentido de nuestra existencia, coherente con la realidad y la historia de los territorios en que habitamos, para un encuentro con el Dios de vida, re-descubriendo desde nuestras diversas identidades y necesidades, siendo inclusivos con las búsquedas, expresiones y sentimientos desde nuestra generación,

3.- Una Iglesia activa y portadora de esperanza

Quisiera hacer mías las palabras que entrega Manuel Ossa, un querido amigo en un artículo de amplia difusión en Internet, con el título de Jesús en Comunidad:

“En un mundo de frialdad y competencia, de individualismo y soledad, de brutalidad y violencia, hacen falta comunidades donde una chispa como ésa se guarde, se cuide y se expanda, no sólo en provecho del grupo, sino de la sociedad toda entera y con miras a urdir entre todos un proyecto de futuro para el mundo. A ello invita el seguimiento de Jesús en la comunidad llamada iglesia: a retroalimentarse ahí mutuamente con miras a una enorme y maravillosa tarea – si logramos cumplirla. Es una de las invitaciones disponibles en la sociedad y en la historia. Hay también otras igualmente valederas. La nuestra no tendría que entrar a disputar clientelas, sino a reconocer con todas ellas que Dios, es decir, la realidad definitiva que a todos nos engloba, sucede o acontece o sale al encuentro de quienes procuran acercarse y entenderse y amarse, en reciprocidad, igualdad y verdad”.

Hoy no somos los héroes de nuestra Iglesia, ni tampoco los “Cristos” de nuestros mundos, somos su Iglesia, un conjunto de personas convocadas por fe en el amor de Jesús que da testimonio de su mensaje en nuestro mundo, en nuestra generación, en nuestras vidas. El camino a emprender no es otro que asumir el compromiso que nos invita el evangelio, leído con ojos sinceros y voluntades honestas. Es el camino que asumió Jesús y continuaron mujeres, hombres, jóvenes en las diferentes épocas que cruza la historia de la Iglesia.

El caminar rumbo a Wittenberg podría ser un camino de apertura, a re-pensar lo que es ser comunidad de Jesús hoy, dar respuesta a nuestros mundos con interrogantes concretas, re-pensar nuestra fe y nuestra teología en la vida de las y los jóvenes de nuestras comunidades, caminar en una fe genuina, abierta, inclusiva y fraterna que movilice nuestros corazones, que movilice la esperanza para dar testimonio de haber sido liberados por el amor de Dios para cambiar el mundo.

Josaphat Jarpa Ramírez