De modo que si alguno
está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son
hechas nuevas.
(2 Coritnios 3:17
RVR1960)
Vamos, contame, decime
Todo lo que a vos de esta
pasando ahora
Por que si no, cuando
esta tu alma sola llora
Hay que sacarlo todo
afuera
Como la primavera
Nadie quiere que adentro
algo se muera
Habla mirándose a los
ojos
Saca lo que se puede
afuera
Para que adentro nazcan
cosas nuevas, nuevas...
(Piero. Cantautor
latinoamericano)
Quisiera compartir la siguiente reflexión situada en la antesala de la
Conferencia Global de Jóvenes Reformadores y Reformadoras, que tendrá lugar en
Wittenberg, del 22 de agosto al 4 de septiembre, bajo el lema “Liberados por el amor de Dios para cambiar el mundo”, encuentro que convoca a jóvenes luteranos,
estudiantes de teología y líderes ecuménicos de todo el mundo, para reflexionar
sobre lo que significa ser luteranos y luteranas hoy en sus contextos y con el
mandato de ser Iglesias en constante reforma.
En este espíritu quisiera proponer brevemente tres ideas que marcan un
pensamiento personal, nutrido desde mi experiencia local, que intentan aportar
a la reflexión de la Iglesia en nuestra generación, e inviten a otros y otras a
sumarse en el diálogo sobre cuál es el lugar de las y los jóvenes en el pensar
y ser Iglesia hoy.
1.- Una Teología desde y para la vida concreta de
las y los jóvenes.
Una perspectiva de la Teología Latinoamericana se ha caracterizado por
un intento constante de dialogar con la vida, en este sentido con las heridas,
lágrimas, risas y celebraciones que cruzan nuestra existencia. No obstante
parece ser una crítica muy común a nivel de las y los jóvenes de nuestras
comunidades que nuestra teología es más bien del mundo de lo “celestial” como
si fuera completamente abstracta, incomprensible e inalcanzable. Pareciera que
nuestra teología “adulta” estuviera reservada más bien para la academia, los
clérigos y los ancianos.
Un primer desafío que quisiera proponer es hacer teología desde nuestra
propia generación, en diálogo con la fe construida en comunidad y la historia
de la tradición, una tradición que debe ser re-significada por quienes desean
vivir y expresar su fe en completa honestidad y genuinidad o. En este sentido,
es necesario que la teología no quede
restringida sólo a lo intelectual o lo discursivo sino que sea una teología holística,
que se sienta en nuestro cuerpo, en la interacción con el otro(a), en el
encuentro con lo creado.
2.- Un Iglesia inclusiva y no colonial.
En el luteranismo la relación “Iglesia/Nación” no es un tema simple. La
situación de algunos países europeos en donde la fe luterana cuenta con un grado
de oficialidad y estrecha relación con el estado hace que exista una suerte de
“propiedad” de la confesionalidad luterana, propongo: La iglesia no debería
identificarse con el estado o la nación, ni consistir en meras costumbres y
rituales heredadas de antiguo, ni menos una institución que otorga y recibe
status y privilegios
Así mismo en un contexto internacional de tanta violencia en algunas
zonas del mundo, la Iglesia debiese actuar globalmente, con espíritu de
hermandad y sin fronteras en donde el luteranismo se expresara como una gran
familia global, que sigue a Jesús y se moviliza en el horizonte del Reino de
Dios y su Justicia. En este sentido desde América Latina, tenemos un desafío
mayor y urgente en pensar críticamente lo colonial. Este ejercicio nos podría
invitar al re-descubrimiento del sentido de nuestra existencia, coherente con
la realidad y la historia de los territorios en que habitamos, para un
encuentro con el Dios de vida, re-descubriendo desde nuestras diversas
identidades y necesidades, siendo inclusivos con las búsquedas, expresiones y
sentimientos desde nuestra generación,
3.- Una Iglesia activa y portadora de esperanza
Quisiera hacer mías las palabras que entrega Manuel Ossa, un querido
amigo en un artículo de amplia difusión en Internet, con el título de Jesús en Comunidad:
“En un
mundo de frialdad y competencia, de individualismo y soledad, de brutalidad y
violencia, hacen falta comunidades donde una chispa como ésa se guarde, se
cuide y se expanda, no sólo en provecho del grupo, sino de la sociedad toda
entera y con miras a urdir entre todos un proyecto de futuro para el mundo. A
ello invita el seguimiento de Jesús en la comunidad llamada iglesia: a
retroalimentarse ahí mutuamente con miras a una enorme y maravillosa tarea – si
logramos cumplirla. Es una de las invitaciones disponibles en la sociedad y en
la historia. Hay también otras igualmente valederas. La nuestra no tendría que
entrar a disputar clientelas, sino a reconocer con todas ellas que Dios, es
decir, la realidad definitiva que a todos nos engloba, sucede o acontece o sale
al encuentro de quienes procuran acercarse y entenderse y amarse, en
reciprocidad, igualdad y verdad”.
Hoy no somos los héroes de nuestra Iglesia, ni tampoco los “Cristos” de
nuestros mundos, somos su Iglesia, un conjunto de personas convocadas por fe en
el amor de Jesús que da testimonio de su mensaje en nuestro mundo, en nuestra
generación, en nuestras vidas. El camino a emprender no es otro que asumir el
compromiso que nos invita el evangelio, leído con ojos sinceros y voluntades
honestas. Es el camino que asumió Jesús y continuaron mujeres, hombres, jóvenes
en las diferentes épocas que cruza la historia de la Iglesia.
El caminar rumbo a Wittenberg podría ser un camino de apertura, a
re-pensar lo que es ser comunidad de Jesús hoy, dar respuesta a nuestros mundos
con interrogantes concretas, re-pensar nuestra fe y nuestra teología en la vida
de las y los jóvenes de nuestras comunidades, caminar en una fe genuina,
abierta, inclusiva y fraterna que movilice nuestros corazones, que movilice la
esperanza para dar testimonio de haber sido liberados por el amor de Dios para
cambiar el mundo.
Josaphat Jarpa Ramírez
Estudiante de
la Comunidad Teológica Evangélica de Chile
Miembro de la
Iglesia Evangélica Luterana en Chile.
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