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sábado, 15 de noviembre de 2014

Seguir creyendo en la Comunidad...

Mañana domingo, con un grupo de amigos y amigas que participamos de una comunidad luterana, tendremos un paso importante en la vida comunitaria de esta congregación, y es que nos confirmaremos como miembros de la Congregación El Buen Samaritano de la Iglesia Evangélica Luterana en Chile. Es sin duda, para mí un paso lindo, pero también lleno de complejidades, y tiene que ver con mi trayectoria de vida que acá comparto muy resumidamente, como ejercicio de memoria y de constructor de mi propia historia.

Encontrándome con Dios.

Nací dentro de un hogar Adventista, ahí me bauticé y conocí lo que es la fe cristiana. Recuerdo lindos momentos en ese lugar, y hasta el día de hoy, tengo admiración por muchas de las formas que tiene de hacer Iglesia los adventistas, en especial mis padres. No obstante, ya teniendo actualmente cierta autonomía en mi manera de comprender a Dios, debo de confesar que tengo grandes diferencias, principalmente por el tema de su teología fundamentalista alejada de la crítica moderna, a la cual yo considero que las diferentes Iglesias debieran haber tenido una respuesta más acertada, al fin al cabo, la teología es humana, y por ende no es palabra de Dios.

A los 13 años, después de vivir una etapa convulsionada en mi vida, por querer revelarme contra lo que se me había establecido llego mi salida de la Iglesia Adventista, mi padres por tratar de protegerme de un ambiente que les causaba un gran daño, ya que me había involucrado de fondo en pandillas, consumos de dorgas y actos delictivos, fue así que de una forma de querer “rehabilitarme” me enviaron a seguir la enseñanza media a Tomé, un lugar que pasa ser importantísimo en mi vida y lugar que -en lenguaje evangélico-, fue donde tuve mi encuentro personal con Jesús.

En Tomé, en la Iglesia Metodista Pentecostal, fue donde mi vida tuvo un cambio radical, conocí personas, solidarias y amables que poco les importaba mi trayectoria anterior, que no era una gran presentación por lo demás, ¿Por quién recibe a un adolescente, con problemas de drogas y delictivos? Sin duda, hasta hoy, esas personas las tengo en mi memoria. Fueron sus prácticas las que me convencieron que Dios habita en una comunidad de personas, con rostros humanos. Esas personas, pasaron a ser mi familia durante los tres años que viví en ese lugar. Como toda relación humana, con altos y bajos, más doy gracias a Dios, por ese tiempo, ya que aprendí a tener una mirada comprometida, y vivir bajo convicciones comunitarias, algo que hoy quisiera volver a vivir intensamente.

El “llamado de Dios”.

Al volver a Santiago, a los 17 años, tenía la posibilidad de volver a la Iglesia Adventista, más mis padres me dieron la posibilidad de seguir el camino que yo había escogido – o bien que la vida, me fue tejiendo-, fue así que busque una Iglesia, de la misma denominación de la que iba en Tomé, una “Metodista Pentecostal”, llegue a una Iglesia, muy humilde en la población de la Frontera en Puente Alto. Llegue tímidamente como un jovencito que quería servir a Dios con todo su corazón, a una Iglesia muy dispuesta a recibir a personas. En ese lugar construí las amistades más lindas de mi vida, con quienes hasta el día hoy, nos acompañamos. Hice todo lo que una persona evangélica pudo haber pensado hacer: Predicaba en las calles, en los días de semana, incluso en los días domingos en el culto general, iniciamos un grupo de evangelismo, clases de escuela dominical, una escuela bíblica, talleres de formación cristiana, operativos sociales, un centro cultural, y un gran etc., en fin, con mucha humildad, pero sin falsa modestia, en ese lugar trabaje incasablemente en poder hacer Iglesia. Por eso mismo, es que hoy, también miro con mucha tristeza la forma en que me fui de ese lugar y en lo que en el tiempo se ha ido transformando, esa Iglesia humilde, de relaciones humanas sinceras, amigables, paso a ser una empresa más del negocio religioso, donde se privilegió el lujo, ante de lo humano. No obstante, esa Iglesia es la que me marco decisiones importantes en mi vida.

En ese tiempo, comprendía que Dios tenía un plan conmigo, creía que me había transformado mi vida para bien y yo sólo quería servirle, en agradecimiento a ese gran amor que recibí. En mi corazón latía fuertemente el deseo de querer servirle y dedicar mi vida para Dios y su Iglesia. Decidí entonces prepararme al ministerio, yo quería ser misionero y servirle con toda mi vida a Jesús. Entre a estudiar al Instituto Bíblico Nacional, siendo hijo de adventistas, sabía que la responsabilidad ministerial, exigía una preparación mayor, mis padres, ambos con estudios teológicos en la Universidad Adventista, a pesar de que nunca se dedicaron al pastorado, veía en ellos una gran preparación para sus tareas eclesiásticas, por lo que entendía que debería haber un compromiso concreto en el estudio de las sagradas escrituras, para todo aquel que sentía un llamado para trabajar en la obra del Señor. Yo sólo quería servir a Dios, dedicada casi todo mi tiempo y mi corazón a esa Iglesia. Fue en ese servicio, en que las personas demostraban una confianza especial, tuve acceso a temas a más sensibles, yo no creía que era un pastor, aunque sabía que lo que hacía era un acompañamiento pastoral. En ese sentido, me di cuenta que el estudio de la Biblia no me era suficiente para realizar una labor efectiva, habían temas que se escapaban de mis manos. Entonces, decidí entrar a estudiar Psicología, mis intenciones era que esa carrera pudiera habilitarme para poder ejercer una labor de servicio mucho más efectiva.

En este mismo tiempo, con el grupo de jóvenes de la Iglesia, comenzamos a pensar como ser una Iglesia que realmente expresará el amor de Dios, la Iglesia de La Frontera, se encontraba en un lugar marginal, la gran mayoría de los hermanos vivían en ese sector y comprendíamos que el amor de Dios, nos invitaba a tener un compromiso social con nuestro prójimo. Iniciamos entonces un proyecto que pasaría a ser unos de los proyectos más importantes de mi vida. Pensamos en crear una organización social, que pudiera expresar el amor de Dios en lo social, como nota al margen, pienso que en ese tiempo, nunca había escuchado de la Teología de la Liberación, de la misión Integral, por ejemplo, no obstante desde nuestra prácticas, hacíamos viva aquella reflexión teológica de nuestra américa latina, aunque eso da para otra nota.

La Misión y Nación Juvenil

El día 21 de Junio del 2007, iniciamos el Centro Cultural Nación Juvenil, teníamos grandes ambiciones como grupo, cada vez que vuelvo a leer lo que fueron nuestros proyectos y aspiraciones me da una profunda emoción el ver lo soñadores que éramos. Fue una experiencia colectiva muy linda, en que participaron personas muy importantes para mí. En tanto en la Iglesia, habíamos sufrido el cambio del Pastor y la lógica de hacer Iglesia había tenido rotundos cambios que fue tensionando mi participación en la Iglesia, con lo que hubo un momento en que no podía más, y opté por salirme, aunque para ser sincero, me fue una expulsión necesaria.

Mi participación en este proyecto, marco un cambio significativo en pensar ser Iglesia, y desde lo que yo pensaba que era el plan de Dios para mi vida. Entendí entonces que la Misión de Dios no era tan sólo en países lejanos o lugares que jamás había escuchado, vi que en mi propio país en mi propia realidad, había que cumplir su misión, el amor de Dios debería ser expresado en el aquí y ahora, en el mismo lugar donde estaba. Paralelo a mi participación en la Iglesia y en el Centro Cultural, intente participar en diferentes organizaciones misionales, MOU, JUCUM, Vida Estudiantil, entre otras, fue este último el que mayor efecto causo, pero contrariamente a sus objetivos, fue al revés de sus aspiraciones. En un proyecto misional, en Lonquimay, donde se trabaja en la evangelización de las comunidades mapuches, no logré comprender porque la prioridad del Cristiano tendría que ser “entregar el mensaje” por sobre “vivir el evangelio”, sentí que los planes de ministerios misioneros como el de Vida Estudiantil, tenía sólo como elemento de realizar el ganar adherentes por sobre el vivir una vida digna. Mi realidad y desde mi historia de vida me obligaban a tener una mirada disidente a la propuesta “misionera”, ya no abrazaba el dualismo, de alma y cuerpo o el desprecio de la vida por tener que salvar el alma. Fue entonces que desilusionado de comprender lo “misional”, que tenían estos ministerios, pensé que –tal vez- Dios tenía otra “misión” conmigo a diferencia de mis hermanos. 

Trate de enfocarme entonces en temas más sociales y políticos, reactivamos el proyecto de Nación Juvenil, pero esta vez con un enfoque en la reflexión teológica y política desde la fe evangélica. En este entonces, me había cambiado de institución teológica después de un frustrado paso por el IBN continúe en la Comunidad Teológica Evangélica de Chile, enviado, irónicamente por un profesor del IBN, escandalizado por una pregunta que le hice, me dijo: “Si usted quiere ser “cabezón”, vaya a estudiar a la Comunidad Teológica, haya están los cabezones, acá la visión de la institución es formar “obreros” y no intelectuales”. Sin considerarme como un intelectual, sabía que unos de los problemas que había en las Iglesias Evangélicas, era el desprecio al pensar y reflexionar críticamente la fe y la vida, fue que a la otra semana llegue a la CTE, lugar que influirá en mi forma de comprender la fe y el mundo.

Mi encuentro con el Luteranismo

Entonces, como estudiante de la Comunidad Teológica Evangélica, militante en Nación Juvenil y sin Iglesia, recibí la invitación de un profesor a participar de una actividad del Centro Ecuménico Diego de Medellín, desconocía tremendamente lo que era el movimiento ecuménico latinoamericano, aunque no recuerdo haber sido anti-ecuménico, me era extraño. Pero al acercarme al CEDM, fue una luz que vi, en ese momento, donde sólo veía una Iglesia, lejana e indolente a los problemas sociales que existía en Chile, conocí una gran cantidad de experiencias de cristianas y cristianos en sintonía con lo que Dios me llamaba. En ese lugar, fue que empecé a relacionarme con el luteranismo chileno, leía sus declaraciones, conocí la historia de Helmut Frenz, y comenzó una suerte de “amor a distancia”, admiraba lo que era el luteranismo, aunque no pensaba formar ser parte, en mi mente existía la idea de que mi aporte iba a ser desde Nación Juvenil a las Iglesias Evangélicas, y desde ahí era suficiente.

Era el 2011, año más que emblemático para nuestra generación, me había cambiado de carrera, por un tema económico no pude continuar psicología y había entrado estudiar Ciencia Política, tenía claro que mi camino, iba ser en la ruta de lo político. A esto, intente militar políticamente, desde la UDI (2008), la JS (2009) y el PRO (2010), fueron mis intentos (En ese orden, si la UDI me “inicie”), aunque nunca logre hallarme en sus lógicas de trabajar, yo venía de experiencias absolutamente comunitarias, donde me sentía un extraño y sinceramente muy poco aporte a la lógica partidista, más bien me hallaba trabajando en lógicas de colectivos y ministerios para-eclesiásticos en donde participe en varios, así fue que el año 2011, me “radicalice”. Opté una posición militante desde la Teología de la Liberación, asumiendo la reflexión teológica desde la realidad latinoamericana, y desde las luchas de los oprimidos, fue que empecé a tener una apertura a temas "pocos canutos" como el feminismo, indigenismo, entre otros. Me involucré en espacios formativos políticos y en el activismo. En fin, año muy movido. En ese entonces, la única Iglesia que tenía una sintonía con lo que yo más bien pensaba, era la Iglesia Luterana.

Nación Juvenil tuvo su fin de ciclo, y en los colectivos que participaba sentía que me faltaba ese algo para mi fundamental que tiene que ver con un tema desde la fe comunitaria. Pretendí volver a participar en una Iglesia, tras breves pasos frustrados en Iglesias “Neo-pentecostales” que al tener cierta apertura a lo moderno en sus cultos, suponía una apertura teológica en su forma de entender el evangelio, me dejo que la clara convicción que solo era una apertura para el “consumidor” religioso pero que era la misma teología dualista, al servicio del capitalismo y lejana de la historia, a la realidad de la cual yo pensaba que tendría que hacerse cargo, en su práctica la Iglesia hoy.

El caminar junto a la comunidad luterana.

En el año 2012, decidí conversar con el Obispo de la Iglesia Luterana, le pedí una cita y me invitó al lugar donde mañana me confirmare, la Congregación El Buen Samaritano en Peñalolén. Cuando llegue (atrasado, como siempre), habían unas 10 personas, no habían personas jóvenes y una liturgia muy fome para alguien que venía de experiencias “carismáticas”, le conté mi historia y me recomendó ir a la Iglesia Luterana en la Trinidad en Ñuñoa, donde había un grupo de jóvenes activo, así fue como llegue a la Trinidad. Mi primera Iglesia Luterana hace dos años, lo positivo que conocía a gran parte de los chiquillos, nos habíamos encontrado en alguna y otra actividad de Nación Juvenil o de la Comunidad Teológica por lo que mi proceso de adaptación social, fue inmediata, creo no así, la adaptación teológica y cultural.

Al iniciar mi caminar en la Iglesia Luterana, lo hice en dos “frentes” uno en la Pastoral de Jóvenes, y en la Misión de la Trinidad en Padre Hurtado, ambas con una participación esporádica, digamos. Me costaba acostumbrarme a una lectura teológica que no conocía. Era todo casi, relativamente nuevo y a eso sumar tras mis pasados “eclesiásticos”, me tenían medio traumado,  no quería tener que vivir una situación de amargura por la religión, trate de ser cuidadoso, e ir como se dice “piano, piano”, mi compromiso más concreto lo experimente en el trabajo en la Pastoral de Jóvenes, en ese lugar fue incluido muy amablemente, mis reconocimientos en esta nota a Nataly que era la presidenta de ese tiempo que confió y me permitió trabajar en algunos talleres, luego colaborando en la organización de un campamento, luego en la coordinación e incluso trabajar en un proyecto de formación, que aunque fue luego frustrado, agradezco esa confianza. Factor importante en esta etapa fue la Pastora Izani, en ese tiempo era la asesora teológica de la Pastoral.

En la Iglesia La Trinidad, la verdad no me sentía muy cómodo, si bien simpatizaba con su mirada teológica y admiraba el trabajo que se desarrollaba tanto a nivel diaconal como en la denuncia profética pública, buscaba un lugar donde podría servir, y la estructura política de la IELCH que se materializaba en la Trinidad, era exageradamente rígida para permitirlo y en los lugares donde se podía servir, demandan un esfuerzo que no podía realizar. A finales del año 2012, había ocurrido una crisis en la Iglesia de La Trinidad, al regresar de una pasantía por tres meses que hice en Perú, habían cambiado varios asuntos en la Comunidad. Si bien, yo no era luterano, ya era parte del grupo como un activo participante en la Pastoral de Jóvenes, por lo que todo era parte de un todo.

En esta etapa fui conociendo algunas aspectos en lo que soy critico al luteranismo chileno, y el hecho que mañana me confirme como luterano, no significa que valide esas prácticas, son asuntos concretos que tienen una lógica teológica de fondo que no comparto y considero que son parte de una identidad luterana, humana, imperfecta, cultural (por ende modificable) a la cual no quiero adherir. Las deseo mencionar para de alguna manera visibilizar donde, desde mi observación, no estamos caminado bien y se requiere mi compromiso como el de otros para remediarlo.

Desde mi experiencia:

No comparto el exacerbado uso burocrático que tiene la administración de la Iglesia.
No creo que la preocupación de la sostenibilidad económica debiera ser más importante que la misión de la Iglesia.
No creo en el clasismo que se promueve desde el luteranismo como superiores a los otros evangélicos por tener una lectura teológica más moderna.
No creo en el clericalismo que se manifiesta en la Iglesia, tanto es sus liturgias y prácticas funcionales.
No creo que el culto dominical sea el lugar más importante de la Iglesia, ni que este sobre la experiencia comunitaria, fuera o dentro de la esfera religiosa.
No creo que en la jerarquización, aunque esta se asuma necesaria, creo que cada vez se debiera caminar por sendas más horizontales e igualitarias.
No creo que el abuso de poder sea una práctica cristiana, más aún cuando es ejercida por quienes se les ha otorgado ese poder desde la Iglesia.
No creo que la inclusividad cuando esta es sólo discurso público y no se hace cargo de manera concreta en la práctica de las vidas de Iglesias.  

El Buen Samaritano.

En abril del 2013, llega de Osorno a Santiago la Pastora Izani a trabajar en la Congregación el Buen Samaritano, era una buena noticia, era una amiga, compañera que llegaba a trabajar, una persona que aún creía de utopías y no renunciaba a soñar en la construcción de una Iglesia con corazón y pies en la tierra, me animé a hablar y ofrecer mi ayuda para colaborar en la Iglesia. En mi contexto, no era fácil, había ya tenido todo un recorrido donde lo único que había crecido era la incredulidad al proyecto de ser Iglesia. No obstante, la confianza que deposito en mí, gatilló para que también yo pudiera entregar confianzas y fue como empecé a participar de algunas actividades esporádicamente. A inicios del 2014, tuve la oportunidad de realizar un diagnóstico para un proyecto a realizar en la Iglesia El Buen Samaritano, ese trabajo me permitió conocer la vida de esta comunidad, sus fortalezas, debilidades, sus mañas y virtudes, como su hermosa historia de resistencia y lucha. 

Ha sido un lindo caminar, es por eso que mi confirmación de mañana la veo como un paso para servir y servir juntos con mis hermanos y hermanas de la comunidad, unirme para fortalecer mi fe, desde la vida de ellas y ellos. En simples palabras me gusta la vida comunitaria de la Iglesia El Buen Samaritano y me inspira ser parte de ella, no es perfecta, es desafiante, pero eso me permite seguir creyendo en el cristianismo y en la Fe de Jesús, como construcción de utopías y espacios de vida plena materializados. Es en este mismo lugar donde van mis amigos y amigas, algunos de ellos muy importantes para mi vida actual, por lo que el hecho de participar de la comunidad me permite seguir creyendo en algo, que comencé a creer hace años, y es creer con todo mi corazón, que la fe de Jesús que movilizó a un grupo de personas a conformar comunidades donde el espíritu de Dios acontecía, el cual otorgaba luz y esperanza, para vivir el Reino de Dios, sigue siendo lo que nos da sentido, de ser Iglesia, hoy.

Creer en la vida comunitaria, donde en el otro y en la otra ver a Dios, porque él habita en comunidad.
Creer que yo no puedo sólo, sino necesito de otros para vivir, una vida que no sea la reproducción de un sistema de opresión, enajenante, que castiga a unos en beneficioso de otros.  
Creer en una comunidad, donde pueda amar, y donde también pueda sentirme amado, una comunidad de personas que se aman.
Creer que en una comunidad donde pueda pensar mi fe, y nutrirme desde las experiencias de otros, que alteren mi realidad, mi mirada, mi comprensión de la existencia.
Creer que en la vida comunitaria de forma solidaria, porque en lo concreto no debería estar el egoísmo.
Creer en la vida comunitaria porque me posibilita seguir siendo discípulo, para aprender y re-aprender, incluso de asuntos que hoy conforman mis verdades “irrevocables”.
Creer en la vida comunitaria, porque me da esperanza que a través de ella, otros mundos son posibles. 

15 de Noviembre del 2014


1 comentario:

Patrick dijo...

Hermoso testimonio de vida, hermano mío, que me inspira a seguir juntos en este camino de entrega y vida comunitaria.

¡Dios te bendiga!