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martes, 24 de noviembre de 2015

Las Iglesias están en deuda con las Mujeres


En la tradicional Marcha por el día Internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer, que se realiza cada 25 de noviembre en memoria de las hermanas Mirabal, asesinadas el año 1960, por orden del entonces dictador de la Republicana Dominicana, Rafael Leónidas Trujillo, me encontré con un grupo de manifestantes que sostenían un lienzo que tenía la siguiente frase: “Esta Democracia está deuda con las Mujeres”, esto me llevo pensar sobre las diferentes deudas que hoy la sociedad tiene con las mujeres, en especial la religión, y desde mi identidad evangélica, reconocer al fundamentalismo evangélico como un soporte para la desigualdad y exclusión de la mujer en las Iglesias y en la sociedad.

En el año 1910 nace en Estados Unidos un movimiento evangélico que busca contestar el pensamiento moderno y rechaza la interpretación bíblica con el uso de los métodos científicos, históricos y críticos, (a la naciente teología liberal de europea). Esta respuesta se generó a través de la publicación de una revista llamada: “Los Fundamentos” en la cual difundían el nuevo orden doctrinal donde ellos suponían debiera ser el “fundamento” del cristianismo, por lo que habría lugar tampoco a negar dicha autoridad consensuada en tierras norteamericanas, como el nacimiento virginal de Cristo, la resurrección corporal, la inspiración literal de cada palabra de la escritura y su infalibilidad verbal. Este movimiento creció enormemente en Estados Unidos, y logro consolidar un pensamiento evangélico más uniformado el cual se expandió principalmente en el sur de los Estados Unidos, desde donde provenían mayormente los agentes misioneros que llegarían a América Latina. El fundamentalismo evangélico no necesariamente tiene que ser leído de igual manera con la definición de “fundamentalismo" que se dan como por ejemplo a movimientos extremistas islámicos u otras religioes, ya que el fundamentalismo evangélico es una auto-definición de un movimiento reivindicativo dentro del sector protestante, que finalmente logra posicionar su lectura teológica como la "oficial". 

En Chile este movimiento logra una sintonía ideológica con los sectores católicos conservadores como el OPUS DEI, en temas de la moral sexual y la familia. Si bien el fundamentalismo evangélico es un fenómeno migratorio proveniente de los Estados Unidos, su influencia debido a la gran cantidad de recursos que movilizan y los medios de comunicación que controlan, han logrado posicionar su teología como una suerte de "teología evangélica oficial", o bien han logrado construir otras lecturas en donde el fundamentalismo evangélico se mantiene en su rango de “oficialidad”. Esta relación de poder, entre el catolicismo y lo evangélico, tiene una misma matriz, lo colonial, así lo “católico-español”, en su identidad de patronaje de fundo, y lo colonial “evangélico-estadounidense”, como la de un “emprendedor individualista”, ha ido construyendo una identidad “evangélica” alineada con el sistema actual, que le obliga a resguardar una misma tradición patriarcal.  

Este movimiento y su teología se presenta de manera consciente o inconsciente en gran cantidad de Iglesias evangélicas, el cual tiene algunas características concretas en torno a la relación con las mujeres:

1. El deseo de imponer control sobre las mujeres negando espacios de liderazgo, como la ordenación pastoral, normando su vestimenta y privándolas del espacio público dedicándolas a lo domestico y en algunos casos negándoles lugares de exclusividad masculina como el púlpito.

2. La restricción de la sexualidad, la hostilidad y miedo de las mujeres, en donde lo sexual es lo “malo” relacionado con lo pecaminoso y por lo tanto ofensivo transformándose en un mecanismo más de opresión, negando la posibilidad de romper paradigmas binarios de dominación.

3. La inferioridad de la mujer ante el hombre, el hombre como más inteligente, más racional, activo, agresivo. La mujer, inferior, intuitiva, emocional, pasiva, naturalmente dependiente. Roles que difunden en sus libros, revistas y conferencias, rechazando ideas como la igualdad de mujeres y hombres con capacidades semejantes.

4. El rechazo los derechos reproductivos de las mujeres, quienes no pueden limitar el acceso sexual del marido ya que el cuerpo de la esposa es propiedad del marido y el marido puede usarla en cualquier manera que quiere. A la mujer se le niega el uso de anticonceptivos para limitar el número de hijos, ni tampoco puede abortar un feto que no quiere o no puede soportar.

En Chile es presente la violencia hacia las mujeres de diferentes maneras, según la Red contra la Violencia hacia la Mujera la fecha de este año (2015) ya son 51 femicidios ocurridos. En el mundo la educación que es la que propicia el desarrollo, no es un acceso garantizado para muchas niñas en algunas partes del mundo, -en comparación de los niños- ante esa dramática realidad, el Concilio Mundial de Iglesias, lanzó una campaña de 16 días de activismo contra la violencia de género, en donde pone especial énfasis al acceso y la seguridad en la educación para las niñas. Otras expresiones de violencia a nivel global son el analfabetismo de las mujeres, la pobreza femenina, la pobreza de niños y niñas dependientes de una madre soltera, las mujeres víctimas de ataques de ácido, por nombrar algunos ejemplos de cómo un sistema patriarcal avanza, violenta, discrimina, segrega y mata, y las Iglesias en vez de frenar esa violencia con todas sus fuerzas se vuelven súbditas, ¿Acaso seguir Jesús no tiene que ver con dar testimonio de su amor y vencer todo acto de muerte? 

Es necesario reconocer la labor de muchas mujeres, muchas de ellas también feministas quienes han ido construyendo caminos que nos permite seguir juntos de manera igualitaria, algunas de ellas en el campo teológico, en el cual han visibilizado rutas para una fe consecuente al testimonio de Jesús, quien en su mensaje estuvo contra toda estructura de dominación. Lamentablemente en nuestros contextos han sido censuradas por las mismas Iglesias quienes han etiquetado al feminismo como algo mundano, anti-natural, una suerte de la introducción de caos y desorden en la sociedad, de degeneración, irresponsabilidad en la familia y una búsqueda de placer sexual. Mucho se habla del feminismo, más poco se ha estudiado. El feminismo no es una propuesta de poder de mujeres sobre los hombres, al contrario promueve un proyecto en donde el género no signifique un lugar de dominación, esa propuesta es totalmente consecuente con el evangelio, hombres y mujeres debemos trabajar juntos en nuestras comunidades y en la sociedad, para una vida plena, igualitaria y libre, por lo mismo es necesario promover en las Iglesias que los hombres superemos nuestros sexismos, abandonemos el machismo y abuso de las mujeres y respetemos a las mujeres como seres humanos con plena dignidad y sigamos caminado juntos. La des-patriarcalización de nuestros imaginarios no es tan sólo un ejercicio de los hombres, también las mujeres son víctimas y a la vez reproductoras de un sistema que castiga principalmente a las que son pobres, o indígenas, lesbianas, trans, migrantes, niñas, de la tercera edad, o con alguna discapacidad.

Ser seguidor de Jesús no es ser promotor de un sistema de muerte que aniquila, oprime y fomenta la violencia, todas y todos en cuanto compartimos este camino debiéramos impulsar lo mismo que Jesús con sus iguales, leer el evangelio desde los ojos de las mujeres, dando buenas noticias de paz al que sufre, es un llamado que nos hace el grito de nuestro siglo, rostros concretos. Seguimos en deuda como evangélicos, pero mantenemos la esperanza para que sea cada vez menos.

*Artículo Original escrito el año 2012, publicado en la Revista Reflexión y Liberación.

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