Hablar el tema de Dios inmediatamente nos hace poner en posición de batalla, todos tratamos de mantener nuestras ideas y discursos como las verdades universales y existenciales que podemos tener de este misterio llamado divinidad.
Es que hoy vemos estos discursos en cada una de nuestras denominaciones cristianas. Por un lado están aquellos que tratan de mantener el dogma de las escrituras, sin darse cuenta que caen a un batalla idolátrica de ideas, refutando cuanta palabras se puedan evocar en contra de este libro “sagrado” llamado Biblia, legado dejado por los primeros misioneros llegados de Europa y Norteamérica sintiéndose victimizados por el discurso moderno que echaba por tierra todo tipo de revisión documentada, que trataba de llevar una hermenéutica critica basado en el método científico, hoy también superada por una época postmoderna donde la ciencia tampoco es el punto de verdad indiscutible dado el avance científico y su renovación superando aquellos “descubrimientos” que por lo demás tanto bien han hecho al hombre como tanto daño a causado a la humanidad.
También aquellos defensores de esta idea de la “Iglesia” aquella “Santa y Pura”… que por los medios de comunicación existente el mundo se pregunta y ¿Cuál es? ¿Dónde está? Porque al parecer muchos la necesitan pero pocos la logran encontrar. Buscando en los templos y encontrando más mundo que en sus mundos… templos idolatrados y sacramentado como la “Casa de Dios” y cuando al parecer Dios es el menos interesado en estar encerrado.
Ha surgido este movimiento espiritual, llamado pentecostalismo, existente en tiempos medievales en los montanistas y también existentes en corrientes anabaptistas en la Reforma (Contrarreforma), entre los cuales hoy muchos se levantan como si fuera una nueva revelación Divina apropiándose de manifestaciones y dones, donde provenientes de este “espíritu” como para hacer prodigios y milagros, vivir sensaciones místicas y desvincularse de todo contexto de vida. Prometer cielos y oro por sólo una oración o en algunos casos por una suculenta ofrenda.
Están también aquellos que son sólo “Jesús”, en su sentido más prosélito, obligando a todo otro tipos de expresiones a nombrarlo vocalmente extinguiendo toda otra manera de encuentro, llevando a miles de personas que jamás supieron de la existencia de este nombre a los que estos grupos llaman “la perdición eterna”.
Puras idolatrías, luchando por tratar de zanjar donde y quien tiene el derecho de decir esto es Dios, todos se apropian y veneran sus verdades discriminando todo tipo de pensamiento que trata de proponer una manera distinta de ver, sentir o vivir a Dios, sin la necesidad de tonarla universal… Es que estamos en una gran batalla, al parecer cada quien ha tomado a un Dios de la trinidad para hacerlo suyo y acabar con los otros, hay ofertas tentadoras que dicen que los llevaran al cielo si es que siguen este camino en vez del otro, y otros más audaces amenazan con la llegada al infierno y la muerte eterna si es que no escogen el suyo propio, o más propias del sistema que te ofrecen riquezas jamás antes imaginadas…
Nos olvidamos de quienes somos, simples hombres (en sentido de humano) que hablamos en términos de hombre, criticas de hombre acerca de un o los discursos de hombre. ¿Qué pasa con aquellos que no queremos entrar en esta batalla? ¿Con aquellos que sólo queremos llevar una vida con Dios, sin con la necesidad de estar con él me signifique su castigo eterno o su odio permanente?
Creo que la falta de círculos teológicos en nuestras bases de iglesia nos han hecho ser mas sectarios que comunitarios, es porque el teólogo debe asumir este rol defensor de la fe, un apologeta de la verdad de sus empleadores, omitiendo el discurso de la vida. Teólogos que por lo demás discriminados por serlo y otros que se automarginan porque ven un escenario poco accesible para su convivencia, apartados al salón, a escribir y hablar sólo entre los mismos, o en peor de los casos sólo en ellos mismos, quedando los pensamientos e ideas cautivos en la mente de ellos, “los conocedores”, y alejados de los que no conocemos y queremos conocer. Otros prefiriendo otros caminos se ven volcado también en esta lucha y toman papeles preponderantes en la batalla autolegitimizandose en su conocimiento, que no deja de ser de un humano.
Creo que podríamos proponer un tiempo de paz, un tiempo de convivencia, acercarnos sin con la obligación de aceptar lo que el otro me diga, pero con el respeto que se merece al ser humano igual que todos. Un tiempo de dejar nuestras idolatrías cristianas y acercarnos al Dios de la Vida, aquel Dios de la creación, que por dos mil años hemos olvidado por nuestra lucha trinitaria. Un tiempo que puede ser otra utopía que muestra nuestra insatisfacción de nuestra espiritualidad y de nuestra vida.
Sin duda hablar de lecturas y discursos hoy parecen ser de una época pasada, las ideas de revoluciones y cambios enteros parecen ser improbables ya que aquellos que tanto la habían abrazado pasaron de oprimidos a opresores y otros han quedado en sus habitaciones quedando sólo con el espacio imaginario de aquel modelo perfecto.
Pero el hablar de pequeños cambios no es una utopía, podemos hacer cambios pequeños, en algunas comunidades, en algunas personas… no en el aspecto totalitario sino en el aspecto personal y comunitario, es que entre pocos puede ser un gran espacio de aprendizaje y si este camino de paz empezamos algunos acá y otros allá, podemos entonces encontrar coherencia en aquellas palabras “Las Paz o dejo la Paz lo os doy”…
Lo propone no un teólogo, ni un anciano, ni a lo mejor tampoco un hombre maduro… sino un joven que quiere vivir un cristianismo cercano a la humanidad que Dios ha creado, cercano a su creación universal, donde todo ser creado tenga vida plena, aquella vida que hace dos mil años pronuncio un carpintero de Nazaret, que vivió entre los pobres y dio esperanzas que se transformaron en buenas noticias para quienes le seguían, quien según dice la historia murió por proponer algo diferente.
Es que es imposible no hablar de un alto al fuego creyendo en aquel que se entrego por mostrar un Reino de Paz, hoy se ha tornado en poblados de guerra… vivamos aquel Reino que quiso proponer, Reino que por lo demás sólo pertenece a Dios y Dios sin apellido.
Josaphat.
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