Los
relatos que se dan del nacimiento de Jesús desde los textos Bíblicos de Mateo y
Lucas, como así de las tradiciones posteriores, nos dicen que Jesús nació en un
contexto de completa vulnerabilidad, Hijo de una Madre “Soltera”, el evangelio
de Lucas lo sitúa en un pesebre, un lugar de comida de animales del campo, y el
relato en Mateo nos dice incluso que sufrió persecución, siendo movidos en
plena etapa de embarazo, huyendo a otro País para poder sobrevivir.
Misma
realidad que viven hoy tantos migrantes en América Latina, huyendo del “Poder asesino”,
para buscar un mejor vivir o simplemente sobrevivir, muchos de ellos niños y
niñas, que no logran la misma suerte de Jesús, sino que son muertos, otros
apartados de sus padres para ser vendidos a través de la trata de personas y
vivir como objetos de consumo.
En
el relato de Lucas señala además que fue acompañado por campesinos [Pastores], sujetos
alejados de la urbe, alejados del templo, de un lugar sin lugar, Mateo añade la
visita de unos “Sabios del Oriente” o “Reyes Magos” extranjeros con otras
creencias, otras culturas, realizando un acto intercultural, de compartir una
fiesta.
A
propósito de esta fecha tan publicitada, pero tan poco celebrada, una fecha con
muchas luces, pero con poco olor a pesebre, con mucho grito euforia pero poco
clamor de alivio, Ese olor que impregnaba el cuerpo de bebé de su madre, su
Padre, y los invitados, ese clamor de esperanza de María:
« Llenó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías ».1
Una
Madre que veía la esperanza salir de un pesebre la liberación de su pueblo, no
lo puedo comprender que pensaba desde un plano metafísico, al igual que una
migrante que trata cruzar la frontera, quiere ver a su hijo comer.
Esa misma celebración fue hecha por los campesinos, en
ese momento:
« ¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Paz en la tierra entre
los hombres que gozan de su favor! »2
En la “Tierra Paz” la misma que
exponía Monseñor Romero en una de sus homilías antes de ser asesinado:
« Una verdadera conversión cristiana hoy
tiene que descubrir los mecanismos sociales que hace que del obrero o del
campesino personas marginadas. ¿Por qué sólo hay ingreso para el pobre
campesino en la temporada del café y del algodón y de la caña? ¿Por qué esta
sociedad necesita tener campesinos sin trabajo, obreros mal pagados, gente sin
salario justo? Estos mecanismos se deben descubrir, no como quien estudia
sociología o economía, sino como cristianos, para no ser cómplices de esa
maquinaria que está haciendo cada vez más gente pobre, marginados, indigentes...
Sólo por este camino se podrá encontrar la verdadera paz en la Justicia. Por
eso la Iglesia apoya todo aquello que fomenta el cambio estructural».3
Los Evangelios nos comparten como
Hombres y Mujeres veían nuevamente la justicia de Dios para sus vidas, para su
pueblo… Y Nació Jesús y venció la muerte, muerte de su sistema de mundo que lo
invitaba a morir, que luego lo busco incansablemente hasta conseguirlo, solo en
parte.
Hoy es necesaria esa exclamación
de justicia la misma de María, la misma de los Campesinos, la cual también
continuo Jesús… este sistema mundo en el que vivimos sigue siendo opresor e
injusto, con las y los mismo implicados, oprimiendo a la mujeres, a las mujeres
madres, a los campesinos, a los y las migrantes, también les persiguen y no tan
sólo nacen en un pesebre sino que muchos de ellos y ellas, viven en un uno toda
su vida hasta que este sistema mundo les termina de matar.
Como lo dijera un Reformador
Protestante:
« Es
el mayor escándalo en la tierra que nadie quiera hacerse cargo de los pobres y
desamparados; los grandes de este mundo hacen cuanto se les antoja. Daos cuenta
de una vez de que la enjundia del caldo de la usura, de la ratería y del
bandidaje está constituida por nuestros señores y príncipes; estos se apropian
de toda criatura: Los peces que están en el agua, las aves que vuelan por los
aires, la vegetación de
la tierra, todo ha de ser suyo. Sobre este estado de cosas descargan luego el
mandamiento divino entre los pobres, diciéndoles: Dios ha ordenado que no
robes, mientras que ellos mismos no se sienten obligados por tal mandamiento.
Los propios señores son culpables de que el pobre se haga su enemigo. Se niegan
a eliminar el motivo de la indignación, y así no se han de arreglar las cosas a
la larga. Si por decir esto se me ha de tachar de subversivo, que sea en buena
hora.» (Müntzer).4
Como así también lo dijeron en
los setenta:
"Si nos desentendemos
del mundo de los maltratados y oprimidos, si los dejamos en manos de los que
empuñan el poder, si buscamos una dicha terrestre y celestial que no sea interrumpida
por los gritos de las víctimas, estamos pervirtiendo el evangelio en que
creemos y estamos abusando del evangelio que proclamamos... Yo no quiero
alinearme con los hipócritas, fariseos y levitas, y hacer que mi apoyo a los
que han caído en manos de ladrones dependa del buen comportamiento de las
víctimas» (Käsemann)5
Hoy seguimos buscando aquellos
caminos de justicia y liberación que nos permitan celebrar con “Las Marías”,
“Los Campesinos” y “Los Reyes Magos”, muchos no lo pudieron ver, no lo pudieron
sentir, tampoco escuchar, el ruido de las plazas, los negocios en el templo o
la comodidad de la ciudad, no les permitía prestar atención a semejante
acontecimiento.
En esta fecha que conmemoramos el
nacimiento de Jesús, es mi reflexión acercarnos a los diferentes pesebres que
hoy están presente en este sistema y hagamos memoria de aquel nacido en tierra
lejana e injusta, aquel llamado Emanuel “Dios
con nosotros” para que cada vez que nos encontremos con algún “pesebre”,
podamos hacer anuncio de justicia, anuncio de la llegada de Dios, del Dios
manifestado para liberarnos y vivir con nosotros en comunidad, y celebrarlo
porque la Justicia del Dios de la vida a sido manifestada.
1. Lucas 1:53 (Versión Dios Habla
Hoy).
2. Marcos 2:14 (Versión Dios Habla
Hoy).
3. Monseñor
Oscar Romero; Homilía 16-12-1979.
4. Ernest Bloch, Thomas Münzer Teólogo
de la Revolución; Editorial Ciencia Nueva 1923. pag. 54.
5. Ernest Käsemann,
Jesucristo en la historia y en la fe, Madrid: Sígueme, 1977, pp. 81 -82
Josaphat Jarpa Ramírez
Diciembre 2012.
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